La Historia de una niña llamada Nicole y sus dos mudanzas repentinas



Nicole era una niña curiosa, de grandes ojos azules y una sonrisa contagiosa. Vivía en un pequeño pueblo donde todos se conocían. Un día, mientras jugaba en el jardín con su perro Max, su mamá se acercó con un aspecto serio.

"Nicole, tenemos que hablar."

"¿Qué pasó, mamá?" - preguntó Nicole mientras se limpiaba las manos en su vestido.

"Tu papá y yo hemos decidido mudarnos a la ciudad."

Nicole se quedó paralizada. No solo sería un cambio de casa, ¡sería un cambio de vida! Para una niña de su edad, eso sonaba a una gran aventura y a la vez a una gran pérdida.

"¿A qué ciudad nos mudamos?" - preguntó, intentando mantener la calma.

"A Buenos Aires, es una ciudad muy grande y llena de cosas nuevas para conocer."

"¿Y mis amigos?" - inquirió, con la voz un poco más baja.

"Podrás hacer nuevos amigos. Además, con la tecnología siempre podremos mantenernos en contacto con los de aquí."

Así, Nicole, con ayuda de sus padres, comenzó a empacar sus cosas. Recuerdos de su infancia, dibujos y hasta su colección de piedras que había ido juntando. Max, su perro, la seguía de cerca, como si entendiera que algo grande estaba por ocurrir.

La mudanza a Buenos Aires fue abrumadora. Las calles eran ruidosas, los edificios gigantes y las luces brillaban más que unas estrellas. Al llegar a su nuevo hogar, se sintió un poco pérdida.

"Bienvenida a nuestra nueva casa, Nicole!" - dijo su papá mientras ella miraba por la ventana.

Pero pronto, el primer día de escuela se acercaba y Nicole estaba nerviosa.

"¿Y si no tengo amigos?" - le comentó a su mamá.

"Recuerda que todos están en la misma situación, y puedes ser tú quien dé el primer paso. Solo sé amable, y seguramente harás amigos rápidamente."

El primer día de clases, Nicole se armó de valor y entró al aula. Allí conoció a Sofía y Lucas. Ellos estaban tan asustados como ella. Después de un rato, comenzaron a hablar y a reír juntos. Nicole se dio cuenta de que no era tan difícil hacer amigos.

"¡Vengan a jugar con nosotros en el recreo!" - dijo Sofía entusiasmada.

Los días pasaron y se fue encariñando con sus nuevos compañeritos. Sin embargo, una tarde su mamá la llamó al salón.

"Nicole, hay algo que debes saber."

"¿Qué pasa, mamá?" - respondió con curiosidad.

"Tu papá recibió una oferta de trabajo en otra ciudad, y tenemos que mudarnos de nuevo, esta vez a Córdoba."

Nicole sintió que el mundo se le venía abajo.

"¡Pero no puede ser! No quiero dejar todo otra vez!" - alzó la voz, sintiendo que la tristeza la invadía.

"Entendemos que no es fácil, pero piensa en cuántas cosas nuevas puedes descubrir. Además, siempre podrás comunicarse con tus amigos de Buenos Aires." - intentó consolarla su mamá.

Aún con el corazón pesado, decidió que esta vez sería diferente. Comenzó a empacar de nuevo, llevando consigo los recuerdos de Buenos Aires y su nuevo grupo de amigos.

Al llegar a Córdoba, se dio cuenta de que la ciudad tenía su propia magia. Los paisajes eran hermosos, y aunque estaba en un lugar nuevo, siempre había un destello de aventura. El primer día de clase, nuevamente sintió esos nervios, pero esta vez fue diferente.

"¡Hola! Soy Nicole, ¿puedo jugar con ustedes?" - se presentó a un grupo de chicos en el recreo.

A medida que pasaban los días, Nicole se dio cuenta de que, a pesar de estar lejos de sus antiguos amigos, había otra vez nuevas oportunidades, nuevas experiencias y nuevas sonrisas por conocer.

"No creí que hacer amigos otra vez sería tan fácil." - le dijo a su mamá una tarde.

"A veces, los cambios pueden dar miedo, pero también pueden ser la puerta a nuevas amistades y aventuras, como ahora."

Nicole aprendió que las mudanzas no significaban perder, sino que significaban crecer y descubrir nuevos horizontes. Cada lugar tenía su encanto, y su corazón era suficientemente grande para caber en todos ellos. Con los días, se sentía más feliz en Córdoba, explorando la ciudad y disfrutando de cada momento.

Nicole entendió que, sin importar donde viviera, su espíritu aventurero la acompañaría siempre. Y así, su historia de dos mudanzas repentinas se convirtió en una hermosa lección de adaptabilidad, amistad y amor. Y cuando miraba al cielo, siempre recordaba que las estrellas estaban allí, brillando por igual, en cada ciudad a la que se mudó.

FIN.

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