La historia del niño sabio


Ariel estaba sentado en el backstage, tratando de controlar su respiración y calmar sus nervios. Miró al reloj y vio que faltaban solo unos minutos para que comenzara el panel.

Su mente estaba llena de dudas e inseguridades: ¿y si los líderes de la industria se burlaban de él? ¿Y si su presentación no era lo suficientemente buena? Justo cuando Ariel estaba a punto de entrar en pánico, escuchó una voz detrás de él.

- Hola, ¿estás bien? Ariel se dio vuelta y vio a un niño pequeño parado frente a él. El niño tenía unos ocho años, con rizos dorados y grandes ojos verdes. - Sí...

sí estoy bien -respondió Ariel, sorprendido por la aparición del niño-. Solo estoy un poco nervioso porque tengo que hablar en este panel. El niño asintió con comprensión. - Yo también me pongo nervioso cuando tengo que hacer algo importante -dijo-.

Pero mi mamá siempre me dice que respire profundo y piense en algo feliz antes de empezar. A mí me gusta pensar en historias divertidas. Ariel sonrió ante las palabras del niño. - Eso es muy sabio -dijo-.

Y tú, ¿tienes alguna historia divertida para compartir? El niño asintió emocionado y comenzó a contar:- Había una vez un perro llamado Choco que quería ser astronauta... Mientras el niño contaba su historia, Ariel sintió cómo sus nervios disminuían poco a poco.

La historia del perro Choco le hizo reír y olvidarse momentáneamente del miedo al fracaso. Cuando el niño terminó su historia, Ariel se levantó para ir al escenario.

Ahora se sentía más confiado y seguro de sí mismo, gracias a las palabras del pequeño. - Gracias por compartir tu historia conmigo -dijo Ariel antes de partir-. Me ayudaste mucho. El niño sonrió y le dio un fuerte abrazo.

- ¡Buena suerte! -le deseó antes de correr hacia su asiento en la audiencia. Ariel subió al escenario y comenzó a hablar sobre Cuentito con pasión y seguridad.

Mientras hablaba, recordaba la historia del perro Choco contada por el niño y se dio cuenta de que lo importante no era ser perfecto o impresionar a los demás, sino compartir algo que realmente te apasiona y te hace feliz. Al finalizar su presentación, Ariel recibió una ovación de pie de la audiencia.

Se sintió lleno de gratitud por haber tenido la oportunidad de compartir su proyecto con tanta gente interesada en él. Pero sobre todo, estaba agradecido por haber conocido al pequeño sabio que le enseñó una valiosa lección: nunca subestimes el poder de una buena historia para cambiarlo todo.

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