La historia del sol y la cosecha



En un pueblo asentado en las altas montañas de los Andes, vivía un niño llamado Mateo.

Él siempre había escuchado sobre la celebración del Inti Raymi, una festividad en la que se rendía homenaje al sol y se agradecía por la buena cosecha. Todos los años, los habitantes del pueblo se preparaban con entusiasmo para recibir al Inti, el dios sol. "¿Qué es el Inti Raymi, abuelita?", preguntó Mateo a su abuela.

"El Inti Raymi es una celebración muy especial, Mateo. Es la manera en que agradecemos al sol por darnos la luz y el calor que necesitamos para que crezcan nuestras cosechas, y también celebramos el solsticio de invierno", explicó la abuela.

Mateo quedó maravillado con esta explicación y decidió que quería participar en la celebración de ese año. Sin embargo, antes de que el Inti Raymi llegara, una terrible sequía azotó el pueblo. Las plantas se marchitaron y los animales empezaron a escasear.

Mateo, preocupado, decidió buscar una solución para ayudar a su comunidad. "¡Necesitamos hacer algo para que vuelva la lluvia!", exclamó Mateo a sus amigos. Todos se reunieron para pensar en una manera de solucionar el problema.

Fue entonces que a Mateo se le ocurrió una idea brillante. Él recordó una antigua leyenda que decía que si la gente cantaba y bailaba con alegría durante el Inti Raymi, el Inti se sentiría contento y enviaría la lluvia.

Con esta idea en mente, Mateo y sus amigos se pusieron manos a la obra. Construyeron coloridas banderas y prepararon danzas tradicionales para la celebración. Llegó el día del Inti Raymi y el pueblo se vistió de fiesta.

Mateo y sus amigos lideraron la celebración, bailando y cantando con gran entusiasmo. De repente, mientras todos disfrutaban de la festividad, unas nubes grises cubrieron el cielo y empezó a sonar el trueno. ¡La lluvia había llegado! El Inti había escuchado sus peticiones y había enviado la tan ansiada lluvia.

El pueblo entero se llenó de alegría y agradecimiento. Desde ese día, Mateo entendió la importancia de trabajar en comunidad y de nunca perder la esperanza.

Y así, cada año, el Inti Raymi se celebraba con más entusiasmo y alegría, recordando la lección de un niño que creyó en la fuerza de la unión y la fe. El Inti Raymi siempre sería una fiesta de agradecimiento, esperanza y solidaridad.

FIN.

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