La Hoja Valiente y el Perezoso Sabio



Era un hermoso día en el bosque. El sol brillaba y una suave brisa movía las ramas de los árboles. En una de estas ramas, había una pequeña hoja verde llamada Lila que temía caer al suelo.

- ¡Ay, ay, ay! - se quejaba Lila mientras temblaba un poco. - ¿Qué pasará cuando caiga? ¡No quiero perderme todo lo que hay aquí arriba!

Desde el tronco del árbol, un perezoso llamado Pablo la observaba con curiosidad. Con su andar lento y su mirada sabia, decidió acercarse.

- Hola, pequeña hoja - dijo Pablo con su voz suave. - ¿Por qué tan triste?

- ¡Hola! - respondió Lila, dándose cuenta de que no estaba sola. - Tengo miedo de caer. He visto a otras hojas que se han caído y nunca regresaron.

- Entiendo tu miedo - dijo Pablo, estirándose un poco en la rama. - Pero, ¿alguna vez te has preguntado qué hay más allá de aquí?

- No... - contestó Lila, inquieta. - No quiero dejar mi hogar.

- A veces, lo que más tememos puede ser lo que más necesitamos - respondió el perezoso. - Cuando las hojas caen, se convierten en parte del suelo. Ayudan a que otros árboles crezcan.

- Pero yo no quiero ser tierra - dijo Lila, aterrorizada. - Quiero quedarme aquí, en esta rama.

Pablo sonrió con ternura y explicó: - Mi vida también cambió mucho. Cuando era apenas un pequeño perezoso, tenía miedo de escalar los árboles. Pero al hacerlo, conocí el sabor de las hojas frescas y la belleza del mundo.

Lila se quedó pensativa. - ¿Tú crees que caer sería tan... especial?

- Claro - dijo Pablo, intentando animarla. - Quizás caer no sea el final, sino un nuevo comienzo.

De repente, una ráfaga de viento fuerte hizo temblar la rama. Lila se aferró con más firmeza.

- ¡Ay! ¡No puedo! - gritó Lila. - ¡Tengo miedo!

- Respira profundo - aconsejó Pablo. - Imagina que la caída será como un vuelo.

Lila cerró los ojos, sintiendo el viento en su pequeño cuerpo.

- ¿Y si me gusta? - preguntó, un poco más animada.

- Exactamente - respondió Pablo. - Te prometo que disfrutes cada segundo del viaje, aunque no lo veas ahora.

Justo en ese momento, una mariposa pasó volando junto a ellos y se detuvo en la hoja.

- Hola, Lila - dijo la mariposa. - ¡Es hermoso aquí arriba, pero también hay una belleza increíble abajo!

Lila miró a la mariposa con sorpresa. - ¿Acaso tú también estuviste asustada al caer?

- Sí - respondió la mariposa. - Pero aprendí a volar y ahora puedo explorar todo el bosque.

Lila sintió que su corazón latía más rápido. Un rayo de esperanza iluminó sus pensamientos.

- Quizás... podría ser valiente... - murmuró.

Pablo asintió. - La valentía no significa no tener miedo. A veces, ser valiente es hacer lo que te da miedo.

Lila miró hacia abajo y vio un hermoso campo lleno de flores. Era un paisaje que nunca había imaginado.

- ¡Es tan bonito! - exclamó.

El viento sopló nuevamente, y Lila sintió que ya no podía resistir más.

- Pablo, creo que estoy lista.

- ¡Eso es! - dijo Pablo emocionado. - Disfruta del salto.

Con un último vistazo al árbol y a su amigo, Lila se dejó llevar por el viento. Sintió que el aire la abrazaba.

- ¡Esto es... maravilloso! - gritó mientras caía.

Y cuando finalmente tocó el suelo, se sintió ligera y libre. Alrededor había flores, insectos y un mundo nuevo por descubrir.

- ¡Miren, miren! - chirrió Lila. - Estoy en el suelo, pero ¡todo es tan bonito!

Pablo descendió lentamente a su lado. - Te dije que sería un nuevo comienzo.

Y desde el día de su caída, Lila nunca miró atrás. Se convirtió en parte del suelo que alimentaría a nuevos árboles y disfrutó de las maravillas que la vida le ofrecía. Y, por supuesto, Pablo siempre estaba cerca, enseñándole sobre la paciencia y la belleza de cada momento, ya sea arriba o abajo, porque la aventura nunca termina.

Así, Lila aprendió que a veces, hay que dejar ir para poder crecer y descubrir todo lo que el mundo tiene para dar.

FIN.

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