La hora del trabajo en equipo
Había una vez un pequeño pueblo en el que todos los habitantes eran muy trabajadores y organizados. Cada día, las campanas de la iglesia sonaban al mediodía para indicar que era hora de descansar y disfrutar del almuerzo.
Pero un día, cuando el reloj marcó las 11: 59 AM, las campanas no sonaron. Todos se preguntaron qué había pasado. El relojero local, Don Pedro, corrió hacia la torre de la iglesia para investigar.
Cuando llegó a la torre, Don Pedro se dio cuenta de que algo estaba mal con el mecanismo del reloj. Había perdido una pieza importante y sin ella, no podía hacer que las campanas sonaran al mediodía.
Don Pedro sabía que tenía solo una hora antes de que llegara el mediodía y debía encontrar una solución rápida. Decidió buscar por todo el pueblo en busca de alguien que pudiera ayudarlo a reparar el reloj.
Corrió hasta la panadería y encontró a Doña Rosa amasando masa para hacer panes frescos. Le explicó su problema y le pidió ayuda. - ¡Claro! - dijo Doña Rosa-. Tengo algunas herramientas en mi cocina.
Vamos a mi casa y veremos si podemos arreglar ese mecanismo juntos. Don Pedro siguió a Doña Rosa hasta su casa mientras corrían contra el tiempo. En su camino hacia allí, pasaron junto al taller del carpintero Don Juanito.
- ¡Hola! ¿Qué les trae aquí tan apurados? - preguntó Don Juanito curioso. Don Pedro explicó rápidamente lo que había sucedido y cómo necesitaban una pieza para arreglar el reloj. - ¡Tengo algunas maderas viejas en mi taller! - exclamó Don Juanito-. Tal vez podamos encontrar algo útil allí.
Vengan conmigo, les ayudaré. Los tres corrieron hacia el taller de Don Juanito y comenzaron a buscar entre las maderas. Después de un rato, encontraron una tabla del tamaño adecuado que podría funcionar como la pieza faltante.
Don Pedro tomó la tabla y se apresuró de vuelta a la iglesia mientras Doña Rosa y Don Juanito lo seguían de cerca.
Con habilidad, colocaron la tabla en su lugar justo cuando las manecillas del reloj estaban a punto de marcar el mediodía. El reloj empezó a hacer tictac nuevamente y todos esperaron ansiosos.
Y justo cuando las manecillas se alinearon con el número 12, las campanas sonaron fuerte por todo el pueblo anunciando que era hora del almuerzo. Todos los habitantes del pueblo aplaudieron emocionados por haber logrado reparar el reloj a tiempo. Estaban felices porque habían trabajado juntos y encontrado una solución rápida cuando más lo necesitaban.
Desde ese día, cada uno de ellos aprendió que trabajar en equipo era importante. Aprendieron que ante cualquier problema o dificultad, siempre podían contar con sus vecinos para ayudarse mutuamente.
Y así, gracias al esfuerzo conjunto de Don Pedro, Doña Rosa y Don Juanito, el pequeño pueblo pudo seguir disfrutando de sus merecidos descansos al mediodía durante muchos años más.
FIN.