La Hormiga Intelectual y el Elefante Matemático



En un bosque lleno de magia y sorpresas, vivía una hormiga muy especial llamada Ana. A diferencia de sus amiguitas, que pasaban el día recolectando migajas y corriendo de aquí para allá, Ana amaba los números.

Cada tarde, se dedicaba a resolver problemas matemáticos y a inventar nuevas formas de contar. n n Un día, mientras Ana disfrutaba de su pasión, escuchó un gran lloriqueo a la distancia.

Intrigada, se acercó y descubrió a un enorme elefante llamado Ezequiel, que se sentaba en una roca con la frente arrugada. n n - ¿Por qué lloras, amigo elefante? - preguntó Ana, acercándose con curiosidad.

n n - ¡Oh, hormiguita! - suspiró Ezequiel - las tablas de multiplicar me tienen en un lío. No puedo memorizarlas. Todos los animales se ríen de mí. n n Ana pensó por un momento. Ella sabía que aprender matemáticas podía ser divertido si se hacía de la manera correcta.

n n - No te preocupes, Ezequiel. ¡Yo puedo ayudarte! - dijo Ana emocionada. n n Ezequiel levantó la trompa, curioso. n n - ¿De verdad? - ¡Eso sería genial! - n n Y así, comenzó una amistad inusual.

Ana, con su pequeña pizarra y tiza, decidió hacer las lecciones más entretenidas. n n - Para comenzar, pienso que la mejor manera es usar tus orejas - propuso Ana, silbando.

n n - ¿Mis orejas? - preguntó Ezequiel, confundido. n n - Exacto. Si multiplicamos, por ejemplo, 2 por 3, entonces podemos usar dos orejas de un lado y tres del otro - explicó Ana, mientras dibujaba en la pizarra.

n n - ¡Pero tengo solo dos orejas! - expresó Ezequiel, riendo. n n Ana sonrió y dijo: n n - Entonces tú actúas como si tuvieras más orejas. Así aprendemos a sumar y luego a multiplicar.

Si tú tienes 2 orejas y se multiplican por 3, será como si tú tuvieras en total 6 orejas. ¿Ves? n n Con el paso de los días, Ana y Ezequiel crearon nuevas formas de divertir las lecciones.

Usaron frutas: Ezequiel podía imaginar que cada vez que comía una banana, multiplicaba cuántas serían si invitara a sus amigos. n n - Yo comía 4 bananas por día, ¿y si invito a 3 amigos? - propuso Ezequiel.

n n - ¡Perfecto! - dijo Ana - 4 por 3 son 12 bananas en total. n n Entre risas y cálculos, Ezequiel empezó a amar las matemáticas. Pero la historia no termina aquí.

Un día, mientras practicaban en el camino, se encontraron con un grupo de animales que estaban organizando un gran festival. n n - ¡Necesitamos ayudar con los cálculos! - exclamó un pajarito. n n Ezequiel sintió un nudo en el estómago.

n n - ¿Y si no puedo? - preguntó, sintiéndose inseguro. n n Pero Ana, recordando lo mucho que había aprendido, le sonrió. n n - ¡Vamos, Ezequiel! Estoy segura de que puedes. Eres muy bueno en esto ahora.

n n Reunieron a todos los animales y empezaron a hacer cálculos para saber cuántas sillas, bocadillos y decoraciones eran necesarios. n n - ¡Este festival será increíble! - animó Ana mientras Ezequiel se encargaba de llevar las cuentas.

n n Y así, con cada multiplicación correcta, Ezequiel se sentía más y más confiado. Pronto terminó las cuentas y todos lo aplaudieron. n n - ¡Bravo, Ezequiel! - gritaron los animales.

n n - ¡Lo hiciste genial! - agregó Ana, llena de orgullo. n n Desde ese día, Ezequiel no solo se volvió un experto en matemáticas, sino que también se sintió más seguro de sí mismo.

Aprendió que a veces, solo hace falta la help de un pequeño amigo para superar los desafíos. n n - ¡Gracias, Ana! - sonrió Ezequiel - nunca pensé que ama las matemáticas sería tan divertido. n n - Y sin dudas, ¡formamos un gran equipo! - concluyó Ana.

n n Desde entonces, Ana y Ezequiel siguieron aprendiendo juntos y explorando el mundo de las matemáticas, mostrando a todos en el bosque que lo difícil se puede convertir en divertido. Y así, todos vivieron felices, sumando y multiplicando sonrisas.

FIN.

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