La hormiga trabajadora que cumplió su deseo de viajar a la luna



Era un hermoso día en el jardín de Don Pancho. La hormiga Lía era conocida por ser la más trabajadora de todas. Desde la mañana hasta el anochecer, Lía sacaba y llevaba hojitas y migajas al hormiguero. Pero había un sueño que nunca la dejaba en paz: "¡Quiero viajar a la luna!" - suspiraba Lía cada vez que miraba las estrellas.

Los demás insectos se reían de ella. "¿Volar? ¡Ninguna hormiga puede volar!" - decía Otto, el grillo.

"¡A dejar de soñar, Lía! ¡Aquí hay mucho trabajo!" - contestaba la mariquita Rosa.

Pero Lía decidida, comenzó a pensar: "Si quiero viajar, tendré que encontrar una manera de hacerlo." Así que un día, tras recoger un montón de hojitas, reunió a sus amigos.

"¡Escuchen! ¡He decidido que voy a construir un cohete!" - anunció emocionada.

Los insectos se miraron entre sí y se rieron a carcajadas. "¿Un cohete? ¡Eso es imposible!" - dijo el escarabajo Max.

Sin embargo, Lía no se desanimó. Usó todo lo que podía encontrar: ramitas, hojas grandes, y hasta algunos pétalos de flores. Sus amigos comenzaron a notar su perseverancia y decidieron ayudarla. Uno a uno, se sumaron a su causa.

"Si un cohete es lo que necesitas, ¡a construirlo!" - dijo Otto, dándole una patada al suelo.

Con trabajo en equipo, poco a poco el cohete fue tomando forma. Un día, cuando estaba casi terminado, Lía tuvo una idea más.

"¡Necesitamos combustible!" - exclamó.

Todos comenzaron a buscar cosas que pudieran ayudar: agua de rocío, chiquititas flores de colores y polen. Cuando tuvieron todo lo necesario, hicieron una prueba. Sin embargo, el cohete no despegó.

"No funcionó..." - murmuró Lía, desanimada. Pero Max la miró y dijo: "No hay que rendirse. ¡Podemos intentarlo de nuevo!"

Finalmente, tras varios días de trabajo, llegó la gran fecha. Todos los insectos del jardín se reunieron para ver el lanzamiento.

"¡Esto es por todos nosotros!" - gritó Rosa, entusiasmada.

Lía subió al cohete, llenita de nervios y emoción. Mientras sus amigos contaban regresivamente, ella sentía cómo su corazón latía fuerte.

"¡Tres, dos, uno, despegue!" - y mientras todos gritaban de alegría, el cohete comenzó a vibrar y de repente, ¡despegó!

A medida que el cohete ascendía, Lía miraba a sus amigos cada vez más pequeños.

"¡Lo estoy logrando!" - exclamó emocionada. Pero de repente, el combustible empezó a apagarse. Lía estaba lejos del jardín y no sabía cómo regresar.

"¡Ay no! ¡¿Qué voy a hacer? !" - gritó angustiada.

Sin embargo, recordó las palabras de su mamá: "No importa lo que pase, siempre hay que buscar la manera de resolverlo."

Lía observó el paisaje y, con ingenio, se dio cuenta de que podía usar las flores como paracaídas. Así que, con todas sus fuerzas, se lanzó.

"¡Esto será como un gran juego!" - pensó mientras se deslizó hacia abajo.

Aterrizó suavemente en un arbusto cerca del jardín. Sus amigos la aplaudieron con alegría.

"¡Volvió! ¡Lo hiciste, Lía!" - gritaron todos.

Lía, aunque libró una aventura llena de sorpresas, había aprendido que el verdadero viaje no era llegar a la luna, sino luchar por sus sueños y no rendirse.

Desde ese día, ella compartió su historia con todas las hormigas del jardín. Y mientras su corazón seguía lleno de creatividad y sueños, las noches eran perfectas para mirar hacia las estrellas, sabiendo que todo era posible si se trabaja en equipo y con esfuerzo.

Y así, la pequeña hormiga trabajadora no sólo cumplió su deseo de viajar, sino que enseñó a todos que los sueños, aunque parezcan lejanos, están a un esfuerzo de distancia.

FIN.

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