La hormiga viajera



En un pequeño hormiguero en el jardín de una casa, vivía una hormiga llamada Ana. Ana era distinta a las demás hormigas; mientras sus amigas se contentaban con recoger migas y trabajar en equipo, ella soñaba con viajar por el mundo y conocer lugares lejanos.

Un día, mientras sus compañeras organizaban la carga de un enorme trozo de pan, Ana se acercó y dijo:

"Chicas, ¿no se imaginan lo lindo que sería conocer otros jardines, ver playas y montañas?"

"Ana, eso no tiene sentido!" respondió Marta, la más sensata del grupo. "Nosotras somos hormigas, nuestro lugar está aquí, en el hormiguero."

"Pero ¡hay tanto allá afuera! ¡Quiero ver lo que hay más allá de este jardín!" insistió Ana.

Ana decidió que no podía esperar más, y una noche, cuando el hormiguero estaba en silencio, salió a explorar. Se sentía emocionada y un poco asustada. Emprendió su viaje, caminando por la hierba alta y cruzando caminos en busca de aventuras.

Al día siguiente, Ana llegó a un hermoso parque lleno de flores de todos los colores. Allí conoció a un grupo de mariposas que volaban alegremente.

"¡Hola, pequeña hormiga! ¿Qué haces aquí?" preguntó una mariposa.

"Soy Ana y estoy viajando para descubrir el mundo. ¿Pueden mostrarme su parque?"

"¡Claro!" respondieron las mariposas.

Las mariposas llevaron a Ana por todos los rincones del parque, mostrándole los secretos de las flores y las formas divertidas en que las abejas recolectaban néctar. Ana estaba maravillada y se sentía libre.

Pero, mientras danzaban entre las flores, una rauda tormenta se desató. El cielo se oscureció y la lluvia comenzó a caer.

"¡Oh no!" exclamó Ana, "¿qué haré ahora?"

"Ven, síguenos por aquí!" gritó una de las mariposas, y todas volaron hacia un refugio en un gran árbol.

Ana se refugió debajo de las hojas, donde no podía ver nada del exterior, y se sintió muy sola. Fue entonces cuando recordó a sus amigas del hormiguero, a quienes había dejado atrás. Se sintió triste y comenzó a llorar.

"No llores, pequeña hormiga," dijo una de las mariposas. "Siempre puedes regresar a casa. ¡Tus amistades son un tesoro valioso!"

"Pero yo quiero seguir viajando," respondió Ana, "y ahora me siento asustada."

"A veces, el viaje es más fácil cuando compartimos nuestras experiencias con quienes amamos. La aventura puede ser un viaje, pero la amistad puede hacer ese viaje aún más especial."

La tormenta pasó, y Ana comprendió que su deseo de viajar era genuino, pero también valoraba a sus amigas. Una vez que el sol salió, se despidió de las mariposas:

"Gracias, amigas. Me siento más valiente. ¡Regresaré pronto a contarles mis historias!"

"Te estaremos esperando, Ana!" gritaron las mariposas.

Ana emprendió el camino de regreso a su hogar. Cuando llegó al hormiguero, sus amigas la recibieron con alegría.

"Ana! Pensamos que te habías perdido!" gritó Marta.

"Me fui a conocer un nuevo lugar,¡fue increíble!" dijo Ana con una gran sonrisa. "Pero extraño estar con ustedes. ¿Puedo contarles todo?"

Y así, Ana compartió sus historias sobre las mariposas, el parque y la lluvia. Las chicas escucharon fascinadas, y se sintieron inspiradas por su valentía.

"Cada día puede ser una aventura,” dijo Marta.

- “Pero ¡qué lindo es poder disfrutar esas aventuras con nuestros amigos!"

A partir de ese día, Ana combinó sus sueños de viajar con el amor por su hogar. Así, decidieron explorar juntas el jardín, descubriendo nuevos rincones y viviendo aventuras. La hormiga viajera había comprendido que la verdadera magia de cualquier aventura es compartirla con quienes amamos.

Y así, el hormiguero nunca volvió a ser el mismo; gracias a Ana, cada día se llenaba de risas, historias y amigas explorando juntas el mundo que las rodeaba.

FIN.

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