La Huelga de los Dientes de Mati



Había una vez un niño llamado Mati que vivía en un barrio lleno de sonrisas y risas. A Mati le encantaba jugar a la pelota, andar en bicicleta y comer dulces. Pero había una cosa que a Mati no le gustaba: ¡lavarse los dientes! Cada vez que su mamá le decía que era hora de cepillarse, él hacía una mueca y respondía:

"¡Ay, mamá! No quiero, ¡es aburrido!"

Mati prefería sacar los caramelos de su bolsa y disfrutar de su sabor a dulce de leche y fresa, mientras se olvidaba del cepillo de dientes que lo esperaba en el baño. Pero un día, algo inusual sucedió.

Los dientes de Mati se reunieron en una pequeña asamblea dentro de su boca. Con sus brillos y colores, se veían algo preocupados. El diente de adelante, que se llamaba Blanquín, tomó la palabra:

"Chicos, estamos en problemas. Mati no se lava los dientes, y si esto sigue así, ¡podemos perder nuestro brillo!"

"Yo no quiero volverme amarillo y feo", dijo la muela de atrás, que se llamaba Fortacho.

"¡Es nuestra vida en juego!", gritó la paleta de la izquierda, llamada Linda.

Entonces, decidieron que tenían que hacer algo. "¡Vamos a hacer huelga!", propuso Blanquín.

La idea era simple: si Mati no se lavaba los dientes, ellos harían todo lo posible por no funcionar correctamente.

Así fue como, al día siguiente, cuando Mati fue a morder su tostada con manteca, se sintió raro.

"¿Por qué mi diente me duele cuando muerdo?", se preguntó.

Y esa no fue la única sorpresa. Durante el recreo en la escuela, mientras corría detrás de una pelota, su diente de adelante comenzó a vibrar de una manera incómoda.

"¡Ay, estoy en huelga!", gritó Blanquín.

Mati lo miró más asustado que nunca.

"¿Qué? ¿Me estás hablando?"

"Sí, Mati. Soy Blanquín. Estamos en huelga porque no te lavas los dientes. Esto no puede seguir así."

Mati se quedó con los ojos como platos y dejó de correr.

"¿Pero qué pasa si no me pueden ayudar a comer?"

"¡Exactamente! Por eso decidimos protestar. Necesitamos que nos cuides mejor. ¡Es muy importante!"

Mati se sintió triste y un poco culpable.

"¿Y qué puedo hacer para que dejen de estar en huelga?"

Blanquín respondió:

"Lávate los dientes, tres veces al día. Usa pasta de dientes y no olvides pasar el hilo dental. ¡Y también come frutas y verduras, que son buenas para nosotros!"

Aunque Mati no sabía si debía creerle a un diente, decidió intentarlo.

Esa tarde, después de merendar, Mati se fue al baño, realmente pensando en su salud.

"¡Está bien! Les prometo cuidarlos mejor. A partir de hoy, ¡seré el mejor cepillador de dientes que haya existido!"

Empezó a cepillarse los dientes con entusiasmo, como si estuviera bailando. Y pronto, no solo sus dientes dejaron de estar en huelga, ¡sino que empezaron a brillar como nunca!

Al día siguiente, Mati se sintió mucho mejor. NO solo se hizo más fácil comer, sino que además se sentía orgulloso de cumplir su promesa.

Al final del día, Blanquín le dijo:

"¡Bravo, Mati! ¡Hemos vuelto al trabajo!"

"Sí, gracias a ustedes, aprendí lo importante que es cuidarlos."

Desde entonces, Mati hizo del cepillado un ritual divertido, un momento especial donde contaba historias a sus dientes, y ellos le respondían con chistes y risas desde su rincón dentro de su boca.

Y así, Mati y sus dientes vivieron felices, mostrando sonrisas brillantes por todo el barrio.

FIN.

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