La Huerta de Lucas



Era un día soleado en la escuela primaria del barrio, y Lucas estaba más emocionado que de costumbre.

"¡Hoy es el día!", pensaba mientras caminaba por el patio. Desde hacía semanas, venía soñando con tener su propia huerta. Le encantaban las plantas, los colores de las flores y el sonido de las hojas al viento. Pero había un pequeño problema: no había espacio en la escuela para plantar.

Cuando llegó a clase, decidió que no podía esperar más.

"¡Seño! ¡Quiero hacer una huerta en el patio!" - exclamó Lucas con entusiasmo.

La maestra lo miró y sonrió.

"Qué buena idea, Lucas. Pero necesitamos un lugar adecuado para plantarla, y esos espacios están todos ocupados por juegos y otras actividades."

Lucas sintió como si un balde de agua fría le cayera encima. ¿Cómo iba a hacer su huerta si no había espacio? Salió al patio y se sentó en un rincón, mirando la tierra seca. Quería plantar, pero no sabía cómo.

Entonces, mientras Lucas pensaba, una nueva auxiliar apareció en la escuela: Lula. Era joven y siempre tenía una sonrisa amigable. Se acercó a Lucas.

"Hola, ¿estás bien? Pareces triste."

"Quiero hacer una huerta, pero no tengo espacio para plantar mis semillas..." - respondió Lucas con un suspiro.

"¿Y si te ayudo a hacer unos canteros?" - sugirió Lula con entusiasmo.

Los ojos de Lucas brillaron.

"¿De verdad?"

"¡Claro! Podemos usar cajas de madera que ya no se utilizan, y así hacemos lugar para tus plantas."

Juntos, buscaron cajas viejas y comenzaron a armar canteros. Lula le enseñó a Lucas a medir y a usar una pequeña sierra.

"Primero, hay que asegurarse de que las cajas estén bien limpias y no tengan clavos o astillas. ¡La seguridad siempre es importante!"

Lucas escuchaba atentamente mientras Lula le contaba sobre los distintos tipos de tierra y cómo se necesitaba un buen drenaje para que las plantas crecieran saludables. ¡Era tan interesante! Pronto, el patio de la escuela comenzó a transformarse.

"Necesitamos un buen lugar con mucho sol y agua. ¡Mirá! Acá es perfecto!" - señaló Lula.

"¿Podemos plantar flores también?" - preguntó Lucas.

"¡Por supuesto! Las flores son importantes porque atraen a las abejas y mariposas. También podemos plantar algunas verduras para cuidar la salud de todos."

Mientras armaban los canteros, Lucas comenzó a imaginar cómo sería su huerta llena de colores y olores. Pero un día, mientras regaban juntos, llegó un grupo de chicos que se burlaban.

"¿Qué hacen ustedes? ¡Eso no es un trabajo para chicos!" - dijeron riendo.

Lucas se sintió pequeño y susceptible, pero Lula lo miró y le sonrió.

"Lucas, ¿qué pasaría si en vez de dejar que eso te afecte, lo usás como motivación?"

"Pero..." - comenzó Lucas.

"Escuchame, cada planta que crezca será tu respuesta a ellos. ¡Demostrá que tener una huerta es algo genial!"

Lucas se despejó y, decidido, sonrió.

"Tienes razón, Lula. ¡Vamos a hacerla crecer!"

Días después, la huerta de Lucas comenzó a florecer. Las plantas empezaron a crecer, los tallos se alzaban, y de pronto, ¡se llenaron de flores y verduras!

Los chicos que se habían burlado regresaron, pero esta vez, no podían creer lo que veían.

"¡Guau! ¡Es increíble!" - dijo uno de ellos.

Lucas se sintió orgulloso.

"Gracias a Lula y a mis ganas, no solo tengo una huerta. ¡Tengo amigos que quieren ayudarme a cuidarla!"

Y así, el pequeño rincón del patio se convirtió en un hermoso jardín que alegraba a todos en la escuela. Juntos aprendieron a valorar la naturaleza y se convirtieron en un equipo.

La huerta no solo les enseñó sobre plantas, sino también sobre trabajo en equipo, respeto y la importancia de seguir los sueños.

Esa huerta fue sólo el comienzo de un sinfín de aventuras verdes para Lucas, Lula y sus amigos. Y nunca olvidaron que un poquito de tierra y mucha dedicación pueden hacer florecer sueños.

FIN.

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