La humilde melodía de Matilde



Había una vez en un tranquilo pueblo de la campiña argentina, una vaca llamada Matilde que tenía un don especial: ¡cantaba como los ángeles! Todos los habitantes del lugar se reunían para escuchar su dulce voz mientras pastaba en el prado.

Matilde era muy humilde y siempre agradecía a su público con una sonrisa sincera. Pero un día, un famoso productor musical pasó por el pueblo y quedó maravillado al escucharla cantar.

Le ofreció llevarla a la ciudad para grabar un disco y hacerla famosa en todo el país. La vaca no podía creerlo, ¡iba a ser una estrella! Así que dejó atrás su hogar y partió hacia la gran ciudad.

Pronto, su canción "Las Mariposas Amarillas" se convirtió en un éxito en todas partes. Matilde empezó a recibir premios y reconocimientos, pero algo había cambiado en ella. -¡Soy la mejor cantante del mundo! -decía orgullosa a todos los que le rodeaban.

Ya no saludaba con amabilidad ni mostraba gratitud hacia sus fans. Se volvió engreída y vanidosa, olvidando sus raíces humildes. El pueblo donde solía vivir Matilde comenzó a extrañarla. La magia de sus melodías ya no resonaba entre las colinas como antes.

Los habitantes recordaban con cariño a aquella vaca sencilla que les regalaba momentos de alegría. Un día, durante un concierto multitudinario en la ciudad, Matilde miró hacia abajo desde el escenario y vio caras desconocidas entre el público.

De repente, recordó de dónde venía y quiénes eran las personas que realmente apreciaban su música. Abandonando el show sin previo aviso, Matilde tomó el primer tren de vuelta al pueblo.

Al llegar, se disculpó humildemente ante todos por haberse dejado llevar por la fama y haberlos abandonado. -Perdónenme por mi arrogancia -dijo con lágrimas en los ojos-.

He aprendido que lo más importante no es la fama ni el reconocimiento, sino compartir mi talento con quienes realmente me valoran. Los habitantes del pueblo recibieron a Matilde con los brazos abiertos y juntos organizaron un gran concierto al aire libre.

La vaca cantó "Las Mariposas Amarillas" con más emoción que nunca, recordando cada palabra de esa canción inspiradora que hablaba sobre la belleza de las pequeñas cosas simples de la vida. Desde ese día en adelante, Matilde siguió siendo una estrella pero nunca más perdió su humildad ni olvidó sus raíces campesinas.

Siempre recordaba que lo más importante era compartir su música con aquellos que verdaderamente apreciaban su arte.

FIN.

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