La iguana generosa
Había una vez en una hermosa playa de palmeras, una iguanita llamada Iggy. Iggy era conocida por ser la dueña de los árboles de coco más altos y cómodos de toda la playa.
Desde lo alto de las palmeras, disfrutaba del sol y el fresco viento marino, pero no le gustaba compartir su espacio con nadie más. Un día, mientras descansaba plácidamente en su árbol favorito, escuchó un ruido extraño que provenía desde abajo.
Curiosa, bajó a ver qué pasaba y se encontró con un mono llamado Mono que intentaba trepar torpemente a uno de los árboles. "¡Hola! ¿Qué estás haciendo ahí?", preguntó Iggy con tono desconfiado. "Hola, soy Mono", respondió el mono con entusiasmo.
"Estoy tratando de subir a este árbol para poder descansar un rato en la sombra". Iggy frunció el ceño y dijo: "Lo siento, pero este es mi árbol y aquí solo puedo estar yo".
Mono miró hacia arriba y notó lo cómodo que se veía el nido de hojas en lo alto del árbol. Con tristeza en sus ojos, se sentó en la arena caliente bajo el sol ardiente.
Los días pasaron y cada vez que Iggy veía a Mono intentando trepar a un árbol sin éxito, sentía una mezcla de satisfacción por tener todo para ella sola y un poco de culpa por ver al pobre mono sin sombra ni descanso.
Una tarde calurosa, cuando Iggy estaba disfrutando del frescor del océano cerca de la orilla, escuchó unos gritos desesperados. Corrió hacia los árboles y vio a Mono atrapado en una rama alta después de haber caído intentando trepar nuevamente.
Sin pensarlo dos veces, Iggy escaló rápidamente hasta donde estaba Mono y con cuidado lo ayudó a bajar sano y salvo. "Gracias por salvarme", dijo Mono entre jadeos. "A pesar de cómo te portaste antes, igual viniste a ayudarme".
Iggy sintió un nudo en la garganta al ver la gratitud sincera en los ojos del mono. Se dio cuenta entonces de lo egoísta que había sido todo ese tiempo al no querer compartir sus preciados árboles.
"Me di cuenta de algo muy importante hoy", confesó Iggy avergonzada. "La amistad y la solidaridad son mucho más valiosas que cualquier cosa material como estos árboles". Desde ese día en adelante, Iggy compartió sus queridos árboles con todos los animales amigos que habitaban la playa.
Aprendió que ser generosa no solo traía alegría a los demás sino también felicidad verdadera a su propio corazón.
Y así, entre risas y juegos bajo las sombras frescas de las palmeras compartidas, Iggy comprendió el verdadero significado del compañerismo y la amistad gracias al sabio consejo del simpático Mono.
FIN.