La Importancia de Estar Presente


Pablo caminaba por la calle, pensando en lo cansado que estaba después de un largo día de trabajo. Estaba deseando llegar a casa y descansar un poco antes de cenar con su familia.

Sin embargo, cuando se acercó a su casa, escuchó algo extraño: gritos y llantos. - ¿Qué está pasando? -se preguntó Pablo-. ¿Por qué están mis hijas llorando? Se detuvo frente a la puerta principal y escuchó con atención.

Podía oír claramente las voces de sus dos hijas pequeñas discutiendo entre ellas. - ¡No es justo! -gritaba Sofía-. Yo quiero jugar con la muñeca ahora. - Pero yo también quiero jugar -respondió Ana, sollozando-. Es mi muñeca favorita.

Pablo sabía que tenía que intervenir, pero no estaba seguro de cómo hacerlo. No quería entrar en medio de una pelea entre sus hijas y terminar empeorándola aún más. - Tal vez debería esperar un rato -pensó-.

Dejar que se calmen un poco antes de hablar con ellas. Así que decidió dar una vuelta por el barrio mientras tanto. Caminó por las calles cercanas, tratando de despejar su mente y pensar en una forma adecuada para abordar el problema en casa.

Mientras paseaba, recordó algo importante: él había pasado por situaciones similares cuando era niño. Recordaba cómo se sentía cuando sus padres no le prestaban atención o simplemente ignoraban sus problemas.

Se dio cuenta entonces que no podía permitir que eso mismo le ocurriera a sus propias hijas. Finalmente regresó a casa y encontró a sus hijas sentadas en el sofá, todavía discutiendo. - Hola chicas -dijo Pablo-.

¿Qué está pasando aquí? Sofía y Ana se miraron entre ellas, un poco avergonzadas por haberse dejado llevar por la pelea. - Estábamos peleando por la muñeca -explicó Sofía-. Pero ahora nos dimos cuenta de que podemos compartirla juntas. Pablo sonrió al escuchar eso.

Era exactamente lo que quería oír. Se acercó a sus hijas y las abrazó con cariño. - Me alegra mucho ver que pueden resolver sus diferencias solas -dijo-. Pero recuerden siempre que estoy aquí para ayudarlos si necesitan algo.

Las dos niñas asintieron con entusiasmo y le devolvieron el abrazo. A partir de ese día, Pablo aprendió una valiosa lección: no importa cuán cansado esté después del trabajo, siempre debe estar disponible para su familia.

Y esa actitud positiva hará toda la diferencia en los momentos difíciles.

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