La Increíble Idea de Valentina
Valentina era una chica de 11 años que vivía en un pequeño barrio de Buenos Aires. Desde muy pequeña, siempre había sido curiosa y le encantaba inventar cosas. Un día, mientras paseaba por el parque, vio a un grupo de chicos luchando por jugar con la misma pelota. Entonces, se le ocurrio una idea fantástica: crear un juego que pudieran disfrutar todos juntos.
"¿Por qué no hacemos algo que todos puedan jugar a la vez?" - se dijo a sí misma.
Encantada con su idea, decidió reunir a sus amigos. Los amigos de Valentina, Tomás y Sofía, eran su apoyo incondicional en todas sus locuras.
"¡Chicos! Tengo una idea que podría ser genial, queremos jugar todos juntos, pero no puedo hacerlo sola. Necesito ayuda. ¿La quieren escuchar?" - les dijo Valentina emocionada.
"Claro, Valen. ¿Qué tenés en mente?" - preguntó Sofía.
"Estaba pensando en un juego que combine el fútbol y el escondite. Cada vez que un jugador meta un gol, los demás tienen que buscar un escondite. Si te encuentran, te quedas afuera hasta que termine la ronda. El último que quede escondido gana. ¿Qué les parece?" - explicó Valentina.
Tomás se quedó pensativo.
"Me gusta, pero quizás cambiar un poco las reglas le daría más emoción. ¿Por qué no podemos agregar unos puntos cada vez que el que ganó ayuda a otro jugador a esconderse?", sugirió.
"¡Eso suena increíble! ¡Así todos se divierten!" - respondió Sofía.
Valentina, feliz con los aportes, se puso a trabajar en una versión del juego. Después de varios días, decidieron organizar una tarde de juegos en el parque y enseñarles a todos sus amigos.
Cuando llegó el gran día, Valentina estaba muy nerviosa.
"¿Y si a nadie le gusta?" - se preguntó, mientras organizaba unos conos para marcar las áreas del juego. Pero sus amigos, entusiasmados, la alentaron.
"¡Estamos con vos, Valen!" - dijo Tomás.
"Además, si no funciona, siempre podemos inventar otra cosa" - añadió Sofía.
Finalmente, comenzaron a jugar. Para sorpresa de Valentina, todos se estaban divirtiendo muchísimo. Cada vez que un jugador marcaba un gol, los demás salían corriendo en busca de un lugar para esconderse. Risas y gritos llenaron el parque, y todos querían participar.
Sin embargo, en medio de la diversión, algunos niños del barrio no estaban muy contentos, porque siempre hacían otros juegos y no querían unirse.
"¿Por qué tenemos que jugar algo que no conocemos?" - se quejó uno de ellos.
Valentina sintió una punzada de preocupación.
"Quizás estoy siendo egoísta, hicimos este juego y me olvidé de preguntar qué les gustaría a los demás" - pensó.
Entonces, decidió tomar el riesgo y se acercó a los chicos que se habían quedado al margen.
"Hola. Soy Valentina y estoy organizando un juego nuevo. ¿Quieren probarlo? Ustedes podrían ayudar a inventar nuevas reglas o combinarlo con un juego que les guste. ¡Sería genial contar con ustedes!" - les propuso.
Los chicos se miraron entre sí, un poco desconcertados. Finalmente, uno de ellos, Lucas, habló.
"De acuerdo, pero solo si podemos agregar nuestras propias reglas."
Con una gran sonrisa, Valentina aceptó. Después de una pequeña reunión, los chicos comenzaron a añadir sus propias ideas al juego. Pronto, las reglas se expandieron y se enriquecieron, y todos se sintieron parte de algo más grande.
Así, en lugar de dividir, el juego los unió. Valentina se sintió maravillada al darse cuenta de que su idea original pudo crecer y transformarse, gracias a la colaboración de todos. Al final de la tarde, todos los jugadores estaban felices.
"Gracias, Valen, por hacerme sentir parte de este juego" - dijo Lucas.
"Sí, y por darnos la oportunidad de compartir nuestras ideas" - añadió Sofía, sonriendo.
Valentina aprendió que las mejores ideas no solo provienen de uno, sino que se nutren de la diversidad y la participación de todos. Desde entonces, cada viernes, el parque se llenó de risas y juegos, donde cada niño aportaba su propia creatividad para hacer el tiempo juntos mucho más especial.
Y así, en un pequeño barrio de Buenos Aires, nació un juego que unió a los chicos y fortaleció la amistad, todo gracias a la fantástica idea de una niña de 11 años.
Fin.
FIN.