La Infección de Lima
En la colorida ciudad de Lima, los niños siempre jugaban en las plazas, disfrutando del aire fresco y de las risas. Sin embargo, un día, algo extraño comenzó a suceder. Las flores del parque se marchitaban y las sonrisas de los niños se transformaban en preocupaciones. Una misteriosa infección había empezado a afectar a la ciudad, y los niños decidieron que era hora de hacer algo al respecto.
"¡Miren! Las flores ya no son tan brillantes como antes!", dijo Sofía, una niña con trenzas.
"¡Es verdad! ¿Qué les pasará?", preguntó Tomás, su amigo curioso.
Los niños se reunieron y decidieron investigar la extraña infección. Caminando por las coloridas calles, encontraron a un anciano sabio llamado Don Pablo, que siempre tenía una sonrisa en su rostro, a pesar de lo que estaba ocurriendo.
"Don Pablo, ¿por qué las flores están tan tristes?", interrogó Sofía.
"Es la infección de Lima, pequeña. Pero no se preocupen, hay una manera de devolver la alegría a nuestra ciudad. Ustedes son los únicos que pueden resolverlo", explicó el anciano.
Los niños, emocionados, preguntaron cómo podían ayudar.
"Primero, deben encontrar el agua mágica que fluye en el río de la montaña. Solo allí podrán aprender cómo hacia una nueva vida ese líquido. Pero deben ser valientes y trabajar juntos!", dijo Don Pablo con una chispa en los ojos.
Con el mapa que les dio el anciano, los niños partieron hacia la montaña. Se enfrentaron a muchos desafíos en el camino. Cruzaron puentes de madera tambaleantes y sortearon ríos rápidamente. En el viaje, Sofía se cayó una vez.
"¡Ay! No puedo seguir!", exclamó mientras se restregaba la rodilla.
"Vamos, Sofía, ¡tú puedes!", la alentó Tomás. "Sólo necesitas un poco de tiempo. ¡Juntos podemos!".
Con la ayuda de sus amigos, Sofía se levantó y continuaron el camino. Finalmente, llegaron al río de la montaña, donde el agua brillaba de una manera especial. Comenzaron a recoger agua en frascos mientras reían y compartían historias.
Pero, de repente, un gran ruido surgió del bosque. Un enorme oso apareció, asustando a todos.
"¡Rápido, corran!", gritó Tomás mientras intentaban escapar.
Sin embargo, Sofía decidió actuar.
"¡Espera! No creo que quiera hacernos daño. Tal vez sólo tenga hambre", dijo ella.
Entonces, Sofía recordó que tenían algunas galletas en su mochila. Se acercó lentamente al oso y le ofreció una de las galletas. Para sorpresa de todos, el oso se sentó y empezó a comer suavemente.
"¡Ves! Solo estaba buscando algo para comer", sonrió Sofía.
Después de compartir algunas galletas, el oso se puso de pie y, en forma de agradecimiento, les mostró una cueva cercana llena de hierbas y plantas mágicas que también ayudaban a revitalizar las flores. Con la ayuda del oso, los niños recogieron las plantas y el agua mágica.
De regreso a Lima, se pusieron a trabajar: regaron las flores con el agua mágica y plantaron las hierbas en cada rincón de la ciudad.
Pasaron los días y, al poco tiempo, la ciudad resplandeció nuevamente. Las flores florecieron y el canto de los pájaros regresó. Las sonrisas volvieron a los rostros de todos los niños.
"¡Lo logramos!", gritó Tomás lleno de alegría.
"¡Sí! Y todo gracias a que trabajamos juntos y creímos en nosotros mismos", dijo Sofía con una sonrisa.
Y así, gracias a la valentía y la amistad de los niños, la infección de Lima fue solo un mal recuerdo. Desde entonces, los habitantes aprendieron que, aunque algunos problemas parezcan grandes, siempre hay una forma de solucionarlos si se trabaja en equipo.
Los niños nunca olvidaron la aventura y siempre cuidaron de las flores y de la magia de la amistad en Lima.
FIN.