La Intriga en la Cocina de la Abuela
Era un soleado sábado en la casa de la abuela Clara, una experta cocinera que siempre sorprendía a todos con sus deliciosos platillos. Sus nietos, Juli y Mateo, estaban ansiosos por pasar la tarde en el taller de cocina que la abuela había preparado.
"¿Qué vamos a cocinar hoy, abuela?", preguntó Juli, con una sonrisa deslumbrante.
"Hoy haremos galletitas de chocolate, pero tengo un secreto especial que compartirles", respondió la abuela con un guiño.
Los ojos de Mateo y Juli brillaron de emoción. Sin embargo, antes de que pudieran preguntar por el secreto, un misterioso ruido proveniente del armario de la cocina los distrajo.
"¿Escucharon eso?", dijo Mateo, algo asustado.
"Sí, como un crujido", respondió Juli, mirando con curiosidad.
La abuela, con su sabiduría, sonrió y dijo:
"No se preocupen, chicos. La cocina siempre tiene sus misterios, quizás sea el viento o algún utensilio que se movió por el aire."
Intrigados pero decididos a seguir con el plan, comenzaron a reunir los ingredientes. Pero el ruido del armario continuaba, cada vez más insistente.
"Quiero ver qué pasa", dijo Juli, avanzando lentamente.
"Pero, ¿y si es un fantasma?", protestó Mateo, un poco temeroso.
"No hay tal cosa como fantasmas, solo ingredientes maravillosos que esperan ser utilizados", afirmó la abuela.
Finalmente, Juli abrió la puerta del armario y… ¡sorpresa! Un pequeño gato negro salió disparado, haciendo que todos dieran un salto de sorpresa.
"¡Gato! ¿De dónde saliste?", exclamó Juli entre risas.
"Parece que se coló en nuestra cocina para robar alguna galletita", rió la abuela mientras le daba una caricia al minino.
Mateo se acercó y dijo:
"Podríamos darle un nombre. ¿Qué te parece Chocolatín?".
"¡Perfecto!", respondió Juli emocionada.
Ahora que Chocolatín se había unido a ellos, el ambiente en la cocina se volvió mucho más divertido. Comenzaron a mezclar los ingredientes y, mientras esperaban que la masa reposara, comenzaron a jugar con Chocolatín.
Pero de repente, el gato se deslizó entre las patas de Juli y con un salto inesperado, derribó un frasco de chispas de chocolate que estaba sobre la mesa.
"¡Oh no! ¡Las chispas!", gritó Juli.
"No pasa nada, podemos recogerlas. Chocolatín solo quería ayudar a hacer las galletitas más ricas", dijo la abuela mientras reía.
Los niños comenzaron a recoger las chispas de chocolate esparcidas por la cocina, y mientras lo hacían, comenzaron a pensar en nuevas ideas.
"¿Y si hacemos galletitas de diferentes formas y tamaños?", sugirió Mateo.
"¡Sí! Podemos hacer galletitas en forma de estrella, corazón, y hasta de gato!", añadió Juli con entusiasmo.
La abuela los miró con orgullo y dijo:
"¡Eso es! La cocina es un lugar para ser creativos. Cada galletita puede contar una historia. ¿Y qué historia contarían las galletitas de gato?".
"Que Chocolatín fue el mejor ayudante que tuvimos", rió Juli.
Después de mucho trabajar y disfrutar, las galletitas salieron del horno, doradas y crujientes. Mañana, la abuela planeaba llevarlas a la escuela porque se acerca una gran feria con juegos y ricas comilonas.
"¡Chicos! ¿Qué tal si vendemos las galletitas y ayudamos a la escuela?", propuso la abuela.
"¡Genial! Así Chocolatín también será un héroe", dijo Mateo emocionado.
Ese día, no solo aprendieron a cocinar, sino que también descubrieron que la aventura en la cocina siempre puede llevar a algo inesperado y divertido. Y así, con el espíritu de la creatividad y la amistad, los tres se prepararon para un nuevo día lleno de galletitas y sorpresas.
La tarde terminó con risas, galletitas y un nuevo amigo animal que seguramente les traería más aventuras en el futuro.
FIN.