La Isla Bajo el Mar
Érase una vez un lugar mágico, muy lejano, donde la brisa del mar movía las palmeras y los colores de la tierra eran más vivos que en cualquier otro rincón del mundo. Este lugar se llamaba Isla Coralina, pero había un misterio que rodeaba sus costas. La isla, según contaban los abuelos, había sido una vez un paraíso en la superficie, pero un día se sumergió bajo el agua tras un poderoso hechizo.
Los habitantes de la isla, unas criaturas marinas conocidas como Coralinos, eran coloridos y amables, con aletas brillantes y sonrisas deslumbrantes. Su líder, un sabio pez llamado Don Pezglobo, soñaba con devolver la isla a la superficie y, por eso, cada año celebraban una gran fiesta en la que pedían deseos al océano.
- “¡Don Pezglobo! ¿Crees que esta vez el océano nos escuchará? ” - preguntó una pequeña Coralina llamada Sirena.
- “Siempre hay esperanza, mi querida Sirena” - respondió él con una sonrisa. - “Si todos juntos deseamos con amor, tal vez nuestro hogar regrese.”
Los Coralinos se reunieron, llenando el agua de risas y música mientras lanzaban burbujas de colores al mar. Pero aquel año, algo extraordinario ocurrió. Cuando las burbujas ascendieron, una figura misteriosa apareció en la superficie, su luz iluminaba las profundidades del océano. Era la Sirena del Destino, un ser legendario que solo aparecía en momentos de gran necesidad.
- “Quiero ayudarles, pequeños Coralinos” - dijo la Sirena del Destino con una voz melodiosa. - “Pero necesitarán tres cosas: un corazón valiente, un grupo unido y un trozo de magia verdadera.”
Los Coralinos se miraron unos a otros, con gran entusiasmo y un poco de temor.
- “¿Cómo encontramos la magia verdadera? ” - preguntó Don Pezglobo.
- “Tendrán que explorar el mar y descubrirla. Pero cuidado, pues van a enfrentarse a tres retos” - advirtió la sirena.
Sin dudar, los Coralinos se embarcaron en su aventura. El primero de los retos los llevó a la Caverna de las Tormentas, donde un grupo de medusas traviesas les lanzó chispas eléctricas.
- “¡Cuidado! ¡No las toquen! ” - gritó Sirena.
- “Esperen, tal vez podamos jugar con ellas en lugar de pelear” - sugirió Tina, la más traviesa de las Coralinas.
Las Coralinas comenzaron a danzar al ritmo de la corriente, haciendo que las medusas se unieran a su juego. Rieron, giraron y al final, las medusas agradecidas les regalaron un trozo de su luz mágica, que brillaba con fuerza.
El segundo reto los llevó ante el Maestro de las Olas, un antiguo pulpo que guardaba la entrada a un jardín de corales.
- “¿Por qué deberían pasar? ” - preguntó el pulpo, poniendo a prueba su ingenio.
- “Queremos devolver nuestra isla a la superficie” - respondió Don Pezglobo. - “No buscamos riquezas, solo volver a ser lo que fuimos.”
El pulpo, conmovido por su sinceridad, decidió dejarlos pasar y les otorgó una enredadera de coral, llena de colores vibrantes.
El último reto fue aún más desafiante. Frente a ellos había un arrecife dividido por una grieta profunda. Tenían que unirse más que nunca para encontrar el camino. Sirena se puso al frente y gritó:
- “¡Juntos somos más fuertes, vamos a demostrarlo! ”
Se alinearon y, con un gran salto, todos atravesaron la grieta. Aterrizaron en la otra lado, y justo antes de caer, todo brilló intensamente.
Al alcanzar la cima, se encontraron ante la Sirena del Destino nuevamente. Lucía orgullosa de ellos.
- “Han demostrado valentía y unión. Ahora, uniendo sus trozos de magia, ¡la isla volverá a la superficie! ” - dijo, mientras recogía los regalos entregados por cada uno.
Mientras los néctares de magia se fusionaban, un fuerte torbellino giró y, de repente, las aguas comenzaron a burbujear. La Isla Coralina emergió del mar, cuyas palmeras y flores llenaban el aire con su perfume.
- “¡Lo logramos! ” - gritó Tina, celebrando junto a sus amigos.
- “¡Volvimos! ” - exclamó Sirena con lágrimas de felicidad.
Y así, la Isla Coralina brilló bajo el sol una vez más. A partir de ese día, los Coralinos entendieron que con coraje y amistad, todos los desafíos pueden ser superados.
FIN.