La Isla de Chuches



Marta y Fran eran dos amigos inseparables que disfrutaban de cada verano en la playa. Construían castillos de arena, recogían conchitas y, sobre todo, se reían sin parar. Un día, mientras exploraban la costa, Marta gritó emocionada:

- ¡Mirá, Fran! ¡Ahí hay algo extraño!

Fran, curioso, se acercó y vio una pequeña cueva oculta detrás de unas rocas.

- Nunca la había visto antes. ¡Vamos a averiguar qué hay adentro!

Entraron en la cueva y, para su sorpresa, encontraron un camino que se iluminaba con luces de colores. Mientras caminaban, comenzaron a escuchar risas y música. Al llegar al final del camino, se encontraron en una isla secreta llena de chuches: gomitas, caramelos, chocolates y todo tipo de golosinas flotaban en el aire.

- ¡Es increíble! -exclamó Marta, mientras atrapaba una gomita.

- Esto es un sueño, ¡no puede ser real! -dijo Fran, mirando a su alrededor con asombro.

Sin embargo, al poco tiempo, notaron que algo misterioso estaba ocurriendo. La isla comenzaba a desvanecerse cada vez que comían demasiadas chuches.

- ¡Marta! Creo que esos dulces tienen un poder mágico, pero si comemos demasiado, se van a llevar la isla con nosotros -alertó Fran, preocupado.

- Tienes razón… Debemos ser responsables y no comer en exceso. Pero, ¿y si hacemos algo diferente? -sugirió Marta.

Decidieron que, en lugar de comer más chuches, compartirían sus descubrimientos con otros niños. Juntaron un montón de golosinas y construyeron un barco de chuches que flotaba. Algo mágico sucedió: el barco brilló y se multiplicó, creando un camino de dulces que llegaba hasta la playa.

- ¡Mirá, se está formando un puente! -gritó Fran, entusiasmado.

Saliendo de la cueva, todos los niños de la playa comenzaron a caminar hacia el puente de chuches.

- ¡Chicos, alívense! ¡Venimos de una isla secreta llena de dulces! -anunciaron Marta y Fran.

Risas y alegría llenaron el ambiente mientras los niños probaban las chuches y disfrutaban juntos. La isla se iluminó más que nunca, y en ese momento Marta y Fran comprendieron que compartir la magia de la isla hizo que nunca se fuera.

Al final del día, Marta miró a Fran y sonrió.

- ¡Hoy fue una aventura increíble! Aprendí que lo mejor de las golosinas es compartirlas.

- Sí, y también que ser responsables nos puede llevar a crear cosas maravillosas -dijo Fran, satisfecho.

Desde ese día, Marta y Fran volvieron a la playa cada verano, no solo para divertirse, sino también para ayudar a otros niños a descubrir que hay un mundo mágico cuando se comparte con amor y alegría.

FIN.

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