La Isla de la Seguridad



Era una mañana brillante en el pequeño pueblo de Luz del Sol, donde un grupo de amigos muy curioso estaba reunido en el parque. Entre ellos estaban Leo, un león juguetón; Martina, una tortuga sabia; y Nico, un pequeño loro parlante. Leo tenía un gran sueño: ¡quiero encontrar la Isla de la Seguridad!"¿Qué es esa isla?" - preguntó Nico, volando de un lado a otro emocionado.

"Se dice que en la Isla de la Seguridad, todos aprenden a cuidarse y vivir en armonía, y además, hay zonas de juego súper divertidas" - explicó Leo.

"¡Yo quiero ir!" - exclamó Martina. "Pero hay que hacer las cosas con cuidado y planificar bien, ¿no?"

"Sí, sí. ¡Eso haremos!" - respondió Leo con una gran sonrisa.

Después de un rato, decidieron que tenían que preparar un mapa y algunos elementos para su aventura. Leo lideró la expedición, mientras que Martina hizo una lista de las normas de seguridad que debían seguir.

"Primero, siempre debemos caminar juntos y no separarnos. Y, si encontramos un río, tenemos que buscar un puente para cruzarlo" - dijo Martina, marcando con una piedra cada norma en la tierra.

"¡Sí!" - dijo Nico. "Y siempre debemos preguntarle a un adulto si no estamos seguros de algo".

Equipados con sus mochilas y el mapa dibujado, los tres amigos partieron hacia la aventura que les esperaba. Tras un rato caminando, llegaron a un sendero que parecía un poco peligroso.

"¿Creen que debamos seguir por aquí?" - preguntó Leo, mirando de reojo.

"Hmm... No, creo que deberíamos buscar un camino más seguro, por si acaso" - respondió Martina, recordando las normas.

Decidieron retroceder y buscar otro camino. Después de un buen rato de caminata, encontraron un hermoso prado con flores de todos los colores.

"¡Miren esas mariposas!" - gritó Nico emocionado. "¡Vamos a seguirlas!"

"Espera, Nico" - dijo Martina. "Recuerda, tenemos que quedarnos juntos. No es seguro separarnos".

Así que, en lugar de seguir a la mariposa, decidieron rehacer el camino, siempre atentos a mantenerse un paso juntos. Cuando llegaron a un pequeño arroyo, se dieron cuenta de que no había puente.

"¿Qué hacemos ahora?" - preguntó Leo, algo preocupado.

"Recuerda la norma sobre preguntar a un adulto" - recordó Martina. "¡Vamos a buscar a alguien que nos ayude!".

Los amigos caminaron un poco más y encontraron a un anciano pato junto al arroyo.

"Disculpe, señor pato, ¿sabe cómo podemos cruzar el arroyo?" - preguntó Leo.

"¡Claro que sí, pequeños! Pueden usar esas piedras grandes que hay para saltar, pero deben tener mucho cuidado" - respondió el pato.

"Gracias, señor pato!" - dijeron los amigos al unísono, sintiéndose aliviados.

Una vez cruzaron el arroyo, siguieron su camino hasta que, de repente, se encontraron con un gran muro de espinas. Martina miró atentamente.

"Esto no parece seguro. Debemos analizar la situación" - dijo.

"¿Qué tal si buscamos un lugar por donde pasar?" - sugirió Nico.

Con paciencia, comenzaron a rodear el muro. Mientras lo hacían, se dieron cuenta de que al otro lado había una hermosísima pradera donde brillaba el sol.

"¡Miren! ¡Es la Isla de la Seguridad!" - gritó Leo.

"¡Lo logramos!" - exclamó Nico.

"Y todo gracias a las normas de seguridad. ¡Nos mantuvieron a salvo!" - agregó Martina, sonriendo orgullosa.

Finalmente, los tres amigos entraron en la isla y descubrieron maravillosos juegos y diversión segura. Aprendieron sobre la importancia de cuidarse entre ellos y siempre cuestionar cuando algo no parecía seguro.

Al final del día, llenos de alegría y aventuras, regresaron a casa con nuevas experiencias y la certeza de que siempre hay que seguir las normas de seguridad, no solo en sus aventuras, ¡sino en la vida diaria también!

Y así, Leo, Martina y Nico, siempre recordarían su increíble viaje a la Isla de la Seguridad, mientras seguían explorando y jugando juntos, siempre cuidándose unos a otros.

La moraleja: Las normas de seguridad son importantes para disfrutar de aventuras sin riesgos.

FIN.

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