La Isla de las Letras Perdidas



Había una vez una niña llamada Wila que vivía en un pequeño pueblo. Wila amaba leer cuentos, y su favorito era uno donde las letras cobraban vida y jugaban en una isla lejana. Un día, mientras hojeaba su libro, un remolino de viento la envolvió y, de repente, se encontró en la mágica Isla de las Letras Perdidas.

En la isla, las letras estaban muy tristes, porque un malvado hechicero había robado varias de ellas, y sin ellas, no podían formar palabras. Wila, con su espíritu aventurero, decidió ayudar.

"¡No se preocupen, amigos! ¡Voy a recuperar sus letras!" - dijo Wila con entusiasmo.

La primera letra que conoció fue la “A”, que estaba escondida detrás de un árbol. Wila le preguntó:

"¿Por qué estás aquí, A?"

"El hechicero me atrapó porque soy la primera letra del abecedario. Sin mí, no hay palabras que comenzar" - explicó A, con su voz triste.

Juntas, Wila y A comenzaron su búsqueda y se encontraron con la letra “E”, que nadaba en el océano.

"¿Cómo llegaste aquí, E?" - preguntó la niña.

"El hechicero me utilizó para crear su hechizo y me lanzó lejos. Sin mí, no hay ‘esperanzas’" - respondió E, bailando sobre las olas.

Wila decidió ayudar a E a volver a la tierra firme. Juntas, idearon un plan para atraer al hechicero:

"Vamos a utilizar una trampa con letras brillantes, el hechicero no podrá resistirse a un buen juego de palabras" - sugirió Wila.

Así hicieron. Crearon un gran mural en la playa escribiendo palabras con las letras que habían reunido. El hechicero, al ver las palabras, se acercó intrigado.

"¿Qué es esto?" - preguntó, intentando leer.

"¡Es un juego, hechicero! Si puedes atar todas estas letras y formar una historia, podrás quedarte con ellas" - retó Wila.

Brillando por su grandioso ego y esperando ganar, el hechicero aceptó. Mientras él estaba distraído luchando por juntar las letras, Wila y las letras aprovecharon para lanzar a los pies del hechicero una trampa de arena mágica, que lo inmovilizó.

"¡Ahora sí, están a salvo!" - gritó Wila, y con un movimiento de su mano, las letras empezaron a regresar a sus lugares.

Con risa y alegría, todas las letras se reunieron para celebrar:

"¡Gracias, Wila! Eres nuestra heroína. Sin ti, seguiríamos perdidas" - exclamó la letra “Z”.

"No soy una heroína, solo una amiga. Juntas somos más fuertes" - respondió Wila, feliz.

De pronto, un rayo de luz resplandeció en el cielo y Wila se sintió ligera. Sabía que era hora de regresar a casa.

"¡Adiós, queridas letras! Nunca olviden que todas juntas, son poderosas."

Y así, Wila regresó a su hogar, pero con un nuevo mensaje en su corazón: las palabras son poderosas, y siempre es importante trabajar en equipo para superar los desafíos.

Desde entonces, Wila continuó leyendo y escribiendo cuentos, recordando siempre su aventura en la Isla de las Letras Perdidas y el valor de la amistad y la colaboración.

FIN.

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