La Isla de los Aviones y los Monstruos Amigables



En un mundo no muy lejano, existía una isla mágica llamada Isla de los Aviones, donde todos los aviones eran monstruos amistosos. Cada mañana, los niños del pequeño pueblo de Avionesville soñaban con volar a esa isla repleta de aventuras.

Un día, tres amigos, Valentina, Nico y Lucas, decidieron embarcarse en un viaje hacia la misteriosa isla. Con una brújula antigua y un plano dibujado a mano, se aventuraron en un pequeño bote, dispuestos a navegar por el vasto océano.

"¿Y si no encontramos la isla?" preguntó Valentina, mirando el horizonte.

"¡No te preocupes!" respondió Lucas con una sonrisa. "La brújula siempre señala el camino hacia la aventura."

"Y si hay monstruos, ¡serán nuestros amigos!" añadió Nico con entusiasmo.

Tras horas de remo, comenzaron a ver algo a lo lejos. Era una sombra enorme y colorida. Cuando se acercaron, descubrieron que eran aviones grandes con ojos brillantes y sonrisas amplias.

"¡Bienvenidos a la Isla de los Aviones!" gritó un avión verde llamado Piquito.

"Traemos juegos y diversión, vení a jugar con nosotros!" agregó un avión rojo llamado Rayo.

Los niños se sorprendieron y aceptaron la invitación. Piquito y Rayo les mostraron cómo volar en sus alas, y jugaron a atrapar nubes y a hacer carreras alrededor de la isla. Pero de repente, un avión gris oscuro apareció, con un aspecto triste.

"¿Quién es ese?" preguntó Valentina.

"Es Nube, el avión más grande de la isla. Pero se siente solo y no juega con nosotros," explicó Piquito.

Valentina sintió compasión.

"¿Podemos hablar con él?" propuso, y los tres amigos se acercaron a Nube.

"Hola, Nube. ¿Por qué no juegas con nosotros?" preguntó Nico.

"Porque nadie quiere volar conmigo. Soy muy grande y siempre me siento torpe," susurró Nube, casi con lágrimas en sus ojos.

"Pero ser grande también es genial. Podés hacer muchas cosas que nosotros no podemos," dijo Lucas, intentando animarlo.

"¿Te gustaría jugar a ser el líder en una carrera aérea?" agregó Valentina, sonriendo.

Nube, sorprendido por la amabilidad, aceptó la propuesta. Pronto, los cuatro estaban volando juntos, disfrutando de la carrera. Nube comenzó a sonreír, y su alegría contagió a todos.

Finalmente, como parte de la carrera, decidieron formar un desfile aéreo. Mientras volaban en círculo, Nube se sintió importante y querido por primera vez.

"¡Esto es increíble!" exclamó Nube. "Nunca pensé que podría ser tan divertido ser grande. Gracias, amigos."

"¡Siempre hay espacio para un amigo más!" dijo Rayo, mostrando cómo unirse a la diversión es lo más importante.

El sol comenzaba a ponerse, y Valentina, Nico y Lucas sabían que era hora de regresar.

"Prometemos volver a visitar y seguir jugando," aseguraron en coro.

"Volveré a ser parte del juego, y me llevaré a más amigos para que vengan a la isla," dijo Nube emocionado.

Y así, con el corazón lleno de alegría, los niños navegaron de regreso a su hogar, sabiendo que habían hecho un nuevo amigo y enseñado una valiosa lección sobre la importancia de incluir a todos en la diversión. La Isla de los Aviones iba a florecer con el amor y la amistad de todos, ¡y los niños estaban deseando su próxima aventura!

Desde ese día, Valentina, Nico y Lucas no solo eran amigos de Nube y los demás aviones, sino también defensores de la inclusión en su hogar, recordando siempre que la verdadera diversión se comparte y siempre hay espacio para aquellos que parecen diferentes.

Y así, la Isla de los Aviones se llenó de risas y amigos por siempre.

FIN.

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