La Isla de los Sueños



Había una vez, en un lugar lejano, un bosque encantado que guardaba secretos y misterios. Este bosque estaba rodeado por un inmenso mar y, en su centro, se encontraba una isla secreta, conocida como la Isla de los Sueños.

Todos los veranos, un grupo de amigos se reunía en el bosque para disfrutar de sus maravillas. Estaban Lucía, una niña valiente con una gran imaginación; Mateo, un chico curioso y buscador de aventuras; y Samira, una pequeña artista que siempre llevaba su cuaderno de dibujos. Un día, mientras exploraban, encontraron un antiguo mapa.

"¡Miren esto!" - exclamó Mateo, señalando el mapa. "Parece que nos lleva a la Isla de los Sueños."

"¿De verdad existe?" - preguntó Lucía, emocionada.

"¡Vamos a averiguarlo!" - dijo Samira, mientras dibujaba un esbozo del mapa. Los tres decidieron seguir el indicado, sin imaginar lo que les esperaba.

Se adentraron en el bosque, que se llenaba de luces y colores mágicos. Mientras caminaban, escucharon murmullos que parecían venir de todas partes.

"¿Escuchan eso?" - preguntó Lucía, deteniéndose. "Parece que el bosque nos está hablando."

"O son las criaturas mágicas que viven aquí" - agregó Mateo, tratando de imitar a un duende. Pero, de repente, un suave viento sopló y el mapa se iluminó por un instante, como si tuviera vida propia.

Los amigos siguieron el mapa hasta que, para su sorpresa, encontraron un pequeño barco de madera.

"¡Miren!" - gritó Samira. "Podemos utilizarlo para llegar a la isla."

Decididos, se subieron al barco y comenzaron su travesía. El agua estaba llena de luces que reflejaban la imagen de sus sonrisas. Cuando llegaron a la Isla de los Sueños, descubrieron un lugar lleno de flores enormes, caminos de cristal y criaturas que nunca habían visto.

"¡Esto es asombroso!" - exclamó Lucía, corriendo hacia una mariposa que brillaba con colores vibrantes.

Mientras exploraban, conocieron a un dragón pequeño llamado Flín, que tenía un caparazón de caramelo.

"¿Querés jugar con nosotros, Flín?" - preguntó Samira, maravillada con la criatura.

"¡Claro! Pero hay un problema..." - dijo Flín, con voz preocupada. "Alguien ha robado la Luz de los Sueños, ¡y si no la encontramos, la isla se apagará!"

Los amigos, sintiendo compasión por Flín, aceptaron ayudarle. Juntos se aventuraron a lo profundo de la isla, enfrentando desafíos como ríos de chocolate y árboles que hablaban. Fue en ese momento cuando un grupo de zorros astutos apareció, liderados por uno que tenía una pequeña corona.

"¡Deténganse!" - gritó el zorro rey. "No pueden continuar sin resolver mi acertijo."

"Vamos, Lucía, ¡damelo!" - dijo Mateo, preparado para ayudar a su amiga.

"Estamos listos, ¿cuál es el acertijo?" - respondió Lucía con determinación.

El zorro rey sonrió y dijo:

"En la oscuridad brilla, pero en la luz se esconde. ¿Qué soy?"

Los amigos pensaron. Samira, mirando hacia el cielo, sugirió: "¡Las estrellas! Son invisibles durante el día."

"Correcto. Pueden pasar." - dijo el zorro, concediéndoles el paso.

Tras superar varios obstáculos, finalmente se encontraron con un gigantesco árbol que parecía llorar.

"¿Qué te pasa?" - preguntó Lucía.

"He perdido la Luz de los Sueños y sin ella me siento triste y vacío" - sollozó el árbol.

"Nosotros te ayudaremos a encontrarla; no vamos a rendirnos" - dijo Mateo con firmeza.

Siguieron buscando pistas y, tras muchos esfuerzos, descubrieron que la Luz de los Sueños estaba escondida en la cueva del temor, guardada por un ogro que sólo quería proteger su soledad.

Cuando llegaron a la cueva, el ogro estaba triste.

"No quiero que me molesten más..." - decía.

Lucía, llena de valentía, se acercó y le habló.

"No queremos hacerte daño. Solo queremos que la Luz de los Sueños regrese al árbol."

El ogro, sorprendido por la bondad de los niños, comenzó a llorar.

"Solo quiero que alguien se preocupe por mí. Estoy solo..."

Samira se acercó y le dijo:

"No tienes que estar solo. Podemos ser tus amigos. Y tú también puedes venir con nosotros a la isla."

Con esas palabras, el ogro decidió entregar la Luz de los Sueños a los niños. Juntos, regresaron al árbol y al entregarle la luz, la isla volvió a brillar intensamente.

"¡Lo logramos!" - gritó Mateo.

Flín, muy emocionado, dijo:

"Gracias, amigos. Ustedes han traído de regreso la alegría a nuestra isla."

A partir de ese día, los tres amigos visitaron la Isla de los Sueños cada verano y la isla se convirtió en su refugio especial. Aprendieron que la amistad y la comprensión podían superar cualquier obstáculo, y que incluso los que parecen diferentes merecen ser escuchados. Y así, el bosque encantado y la isla secreta se llenaron de risa y alegría, donde cada día era una aventura nueva, recordándoles que la verdadera magia reside en el amor y la amistad.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

FIN.

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