La Isla de los Sueños



Había una vez, en un rincón del océano, una isla mágica llamada Isla de los Sueños. Esta isla era conocida por su belleza deslumbrante y sus increíbles habitantes: animales que podían hablar, árboles que danzaban al ritmo del viento y flores que contaban historias.

Un día, un niño llamado Tomás decidió explorar el océano con su pequeño bote de remos. Navegó durante horas, hasta que, de repente, divisó una isla en el horizonte.

"¡Mirá qué hermosa es!" - exclamó Tomás emocionado, mientras dirigía su bote hacia la orilla. Al desembarcar, fue recibido por un loro parlante llamado Tico.

"¡Bienvenido a la Isla de los Sueños!" - dijo Tico con una voz melodiosa. "Aquí todos los deseos y sueños se hacen realidad. ¿Qué es lo que más anhelás?" -

Tomás pensó por un momento. "Me gustaría conocer un lugar donde todos los niños sean felices y jueguen juntos sin preocupaciones."

Tico sonrió. "¡Eso es fácil! Vení conmigo, te mostraré nuestro jardín de los sueños."

Mientras caminaban, Tomás vio a unos niños jugando con criaturas mágicas y disfrutando de juegos que nunca había imaginado. Sin embargo, también notó que algunos de los niños se veían tristes.

"¿Por qué algunos parecen tan infelices?" - preguntó Tomás.

Tico suspiró. "A veces, los sueños de los niños pueden volverse pesadillas si no se comparten y no se cuidan. Aquí vivimos en armonía, pero debemos aprender a apoyarnos unos a otros y compartir nuestros sueños para que todos seamos felices."

Tomás se sintió conmovido. Entonces tuvo una idea. "¿Y si hacemos un gran festival de los sueños, donde todos puedan compartir lo que desean?"

Tico aplaudió con entusiasmo. "¡Esa es una maravillosa idea! Vamos a prepararlo."

Juntos, comenzaron a invitar a todos los niños de la isla. Con la ayuda de los animales, decoraron el lugar con cintas de colores y linternas brillantes. Crearon juegos y actividades donde cada niño podía contar sus sueños.

El día del festival fue espectacular. Todos llegaron sonriendo. Cada vez que un niño compartía su sueño, los demás podían sumarse y ayudar a hacerlo realidad.

"Yo quiero ser astronauta" - dijo una niña llamada Sofía.

"¡Yo puedo hacer una máquina que nos lleve a las estrellas!" - dijo un niño llamado Lucas.

Tomás se sintió feliz al ver que, al compartir sus sueños, todos se llenaban de alegría.

Pero, de repente, una nube oscura apareció en el cielo, y un viento gélido comenzó a soplar.

"¡Oh no!" - gritó Tico. "¡La Dama de la Melancolía quiere destruir nuestro festival!"

Tomás sintió un nudo en el estómago. "¿Qué podemos hacer?"

Tico le miró con determinación. "Tenemos que unirnos y compartir nuestros sueños más poderosos. Solo así podremos ahuyentarla."

Con el corazón acelerado, Tomás y los niños comenzaron a cantar al unísono sobre sus esperanzas y sueños.

"Con la fuerza de nuestros sueños, podemos hacer fuego en la oscuridad, ¡que la alegría triunfe, que la tristeza se aleje!"

Las voces resonaron en la isla, iluminando el cielo y creando una luz brillante que hizo retroceder a la Dama de la Melancolía.

Finalmente, la nube oscura desapareció, y el sol brilló nuevamente en la Isla de los Sueños.

"¡Lo logramos!" - gritó Tomás, y todos comenzaron a bailar de felicidad.

Al caer la tarde, Tomás comprendió que lo más importante era aprender a compartir y apoyarse mutuamente, no solo sus sueños, sino también las alegrías y tristezas de cada uno.

"Gracias, Tico! Esta será una isla donde juntos construiremos nuestros sueños, y nunca dejaremos que la tristeza los ahogue" - sonrió Tomás.

"Así es, amigo! Siempre que estemos unidos, nuestros sueños brillarán más que nunca."

Desde aquel día, Tomás regresó a su hogar, pero nunca olvidó los valiosos aprendizajes de la Isla de los Sueños, y cada vez que miraba al mar, sonreía, sabiendo que siempre podría volver a esa mágica isla.”

FIN.

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