La Isla de los Sueños Coloridos



Había una vez, en un pequeño pueblo llamado Colores, un grupo de niños muy curiosos. Entre ellos estaba Lila, una niña con grandes sueños de ser artista. Un día, mientras exploraba el bosque, Lila encontró una misteriosa puerta escondida entre los árboles.

- ¡Mirá lo que encontré! - exclamó Lila emocionada.

Sus amigos, Tomás y Sofía, se acercaron rápidamente.

- ¿Qué es eso? - preguntó Tomás, con los ojos llenos de asombro.

- No sé, pero parece una puerta mágica - respondió Lila, tocándola suavemente.

Al abrir la puerta, un resplandor de colores salió disparado y los tres amigos fueron envueltos en una luz brillante. Cuando la luz se disipó, se encontraron en una isla extraordinaria llena de árboles de caramelo, ríos de chocolate y montañas de nubes.

- ¡Esto es increíble! - dijo Sofía, dando saltos de alegría.

- ¡Es una Isla de los Sueños Coloridos! - exclamó Lila, recordando una historia que su abuela le había contado.

Los niños comenzaron a explorar la isla. Se encontraron con criaturas mágicas, como un loro que hablaba con rimas.

- Bienvenidos, pequeños soñadores. ¿Qué desean crear hoy? - les dijo el loro con una sonrisa.

- ¡Queremos hacer arte! - gritaron al unísono.

El loro los llevó a un claro donde había un enorme lienzo blanco y cubos de pintura de todos los colores. Los niños se pusieron a pintar, creando paisajes, retratos y todo lo que su imaginación les dictaba. Sin embargo, pronto se dieron cuenta de que sus pinturas cobran vida.

- ¡Mira! - gritó Tomás. Un sol amarillo salió del lienzo y comenzó a brillar.

- ¡Y las flores pueden bailar! - agregó Sofía, asombrada al ver que sus flores saltaban de alegría.

Pasaron horas pintando y creando, hasta que el loro los interrumpió.

- Deberían tener cuidado. Si siguen creando sin pensar, la isla puede quedarse sin color.

Los niños se miraron, preocupados. ¿Qué pasaría si la isla se quedaba sin colores?

- Tal vez deberíamos hacer algo diferente – sugirió Lila.

- ¿Qué tal si pintamos lo que queremos compartir con el mundo? - propuso Tomás.

Todos estuvieron de acuerdo. Volvieron al lienzo y comenzaron a pensar en lo que podían compartir. Pintaron un gran arcoíris que conectaba diferentes paisajes de su pueblo, escenas donde todos estaban felices y disfrutando juntos.

- ¡Eso es! - gritó Sofía. - ¡Un mensaje de amistad y unidad!

Mientras pintaban, vieron cómo la isla comenzó a cambiar. En lugar de perder color, todo se iluminó con más fuerza. El loro aplaudió emocionado.

- ¡Ahora sí! ¡Están creando algo especial! En lugar de solo pensar en ustedes mismos, están pensando en el mundo.

Entonces, un fuerte viento sopló y les dijo que era hora de regresar. Agradecieron a la isla y a las criaturas mágicas por la experiencia. Al volver a cruzar la puerta, se encontraron de nuevo en el bosque, con una lección importante.

- Aprendimos que compartir y pensar en los demás es lo que realmente importa - reflexionó Lila, mientras sus amigos asintieron.

Desde ese día, los niños de Colores no solo pintaban en sus casas, sino que organizaban exposiciones donde todos podían apreciar el arte y la amistad de cada uno. Nunca olvidaron la Isla de los Sueños Coloridos y llevaron su mensaje al mundo, inspirando a todos a soñar y compartir sus colores.

Y así, la isla mágica siguió existiendo en sus corazones, recordándoles que juntos podían crear algo hermoso, no solo en su pueblo, sino en todo el mundo.

FIN.

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