La Isla de los Sueños Rotos
En una pequeña aldea rodeada de montañas altas y misteriosos bosques, vivía una niña llamada Lila. Lila era conocida por su gran imaginación y su amor por las aventuras. Aunque era feliz, a veces se sentía sola, ya que la mayoría de los niños de la aldea no compartían su pasión por las historias de hadas y duendes. Un día, mientras exploraba el bosque, Lila escuchó un susurro que provenía de lo profundo de los árboles.
"Ayuda... ayuda..." - gritaba una voz tenue.
Movida por la curiosidad y el deseo de ayudar, Lila siguió el sonido hasta encontrarse con un pequeño dragón de colores brillantes atrapado entre unos arbustos espinosos.
"No te preocupes, pequeño dragón, te ayudaré" - dijo Lila, y cuidadosamente comenzó a deshacer los enredos que lo apresaban.
Una vez libre, el dragón la miró con ojos agradecidos y dijo:
"Gracias, Lila. Soy Draki, y vivía en la Isla de los Sueños Rotos, un lugar mágico donde los sueños de los niños se convierten en realidad. Pero unas sombras oscuras han comenzado a apoderarse de la isla y ahora los sueños están en peligro. ¡Necesito tu ayuda!"
Lila, emocionada por la posibilidad de vivir una aventura real, aceptó sin dudarlo. Draki extendió sus alas y juntos volaron hacia la Isla de los Sueños Rotos. A medida que se acercaban, Lila se dio cuenta de que la isla era un lugar deslumbrante: había árboles de caramelos, ríos de chocolate y nubes de algodón de azúcar, pero también se podían ver algunas sombras desplazándose por el suelo.
"¿Qué son esas sombras?" - preguntó Lila, con un nudo en la garganta.
"Son los miedos y las inseguridades de los niños que han olvidado soñar" - explicó Draki, con tristeza en su voz. "Si no hacemos algo, los sueños de todos los niños desaparecerán para siempre."
Lila reflexionó por un momento y luego dijo:
"¡Debemos ayudar a esos niños a volver a soñar!"
Draki asintió y juntos comenzaron a recorrer la isla. Se encontraron con un grupo de niños que parecían apáticos y tristes, incapaces de soñar o jugar.
"¡Hola!" - llamó Lila. "Soy Lila y este es Draki. ¿Por qué están tan tristes?"
Uno de los niños, llamado Tomás, respondió:
"Hemos perdido nuestras ilusiones. Nadie nos cuenta historias y tenemos miedo de soñar porque pensamos que no se harán realidad."
Lila sintió un profundo deseo de ayudarles.
"¿Y si les contamos una historia? ¿Una que les haga creer nuevamente en los sueños?" - propuso.
Los niños se miraron entre sí, titubeantes pero intrigados.
"Podría servir..." - murmuró Tomás con una pizca de esperanza en su voz.
Así, Lila comenzó a contarles la historia de cómo había encontrado a Draki y de las maravillas que existían en la isla. Mientras narraba, los niños comenzaron a sonreír, sus ojos brillando con incredulidad y emoción. Justo cuando la historia alcanzaba su clímax, las sombras comenzaron a dispersarse, temerosas del poder de la imaginación.
"¡Sigan soñando!" - exclamó Lila. "Cada uno de ustedes tiene un sueño en su corazón. No dejen que el miedo les impida realizarlo. ¡Los sueños son más fuertes que las sombras!"
Las palabras de Lila resonaron en la isla y, poco a poco, los niños comenzaron a compartir sus propios sueños. Tomás deseó aprender a volar, mientras que otra niña quería pintar el cielo. Con cada sueño compartido, las sombras se debilitaban más y más.
Finalmente, un rayo de luz atravesó las nubes grises y las sombras desaparecieron completamente. La isla recuperó su brillo, y los sueños comenzaron a florecer nuevamente.
"¡Lo logramos!" - gritó Draki mientras volaba alrededor, lleno de alegría.
"Sí, pero aún no hemos terminado. A partir de ahora, debemos seguir soñando y también contar más historias. Todos los sueños importan, y mientras los contemos, las sombras no podrán volver" - dijo Lila con una sonrisa, sintiéndose más fuerte que nunca.
Los niños, ahora llenos de esperanza, prometieron mantener viva la magia de soñar. Lila y Draki se despidieron emocionados, sabiendo que habían hecho una gran diferencia.
"Recuerda, Lila" - dijo Draki mientras volaban de regreso. "Siempre que un niño sueñe, la esperanza florecerá".
Y así, cada vez que los niños de la aldea contaban una historia o expresaban un deseo, el recuerdo de la Isla de los Sueños Rotos vivía en sus corazones, recordándoles que nunca debían dejar de soñar.
FIN.