La Isla del Cielo
En un pequeño pueblo rodeado de montañas, los niños siempre miraban al cielo con curiosidad. Habían escuchado historias de una misteriosa Isla del Cielo, donde los sueños se volvían realidad. Un día, un grupo de amigos decidió emprender una aventura para encontrarla.
Los protagonistas eran Sofía, una niña valiente con una gran imaginación; Leo, su amigo sabio y un poco tímido; y Hasta, un perro fiel que siempre estaba a su lado.
"¡Vamos a buscar la Isla del Cielo!" - dijo Sofía con entusiasmo.
"Pero, ¿cómo vamos a llegar?" - preguntó Leo, dudoso.
"Con un mapa que encontré en la biblioteca, dice que está más allá de las montañas y se puede ver desde lo alto." - respondió Sofía.
Emprendieron su camino, llevando solo una mochila llena de provisiones y un par de mapas antiguos. Tras varias horas de caminata, llegaron a la primera montaña, que era muy difícil de escalar.
"¿Y ahora qué?" - dijo Leo mirando hacia arriba.
"Debemos encontrar un camino. Recordá, la Isla del Cielo está esperándonos" - afirmó Sofía, con determinación.
Mientras buscaban ascender, encontraron un viejo árbol con una puerta secreta.
"¿Entramos?" - susurró Leo, indeciso.
"Sí, puede ser un atajo!" - dijo Sofía con emoción, mientras Hasta movía la cola como si también quisiera entrar.
Al cruzar la puerta, el mundo cambió. Se encontraron en un bosque lleno de colores vibrantes. Flores que hablaban, árboles que bailaban y un río que cantaba.
"¡Miren!" - exclamó Sofía, maravillada.
"¡Esto es increíble!" - agregó Leo, olvidándose de su miedo.
"¡Hasta, ven!" - llamó Sofía a su perro.
Mientras exploraban, conocieron a un búho sabio llamado Don Felipe, que les dijo:
"Buscan la Isla del Cielo, pero lo que realmente importa son las amistades que hacen en el camino. Recuerden, los sueños se construyen juntos".
Sofía y Leo se miraron y se dieron cuenta de que la aventura en sí misma era la verdadera riqueza, pero siguieron adelante por su deseo de encontrar la isla.
Siguieron caminando, y tras cruzar un puente fluyente, finalmente llegaron a la cima de una montaña que les ofrecía una vista impresionante.
"¿Es eso? ¿La Isla del Cielo?" - preguntó Leo, señalando hacia el horizonte.
"Sí, creo que sí!" - contestó Sofía con aire triunfal.
Sin embargo, lo que vieron fue un suelo de nubes esponjosas, pero a medida que se acercaban, se dieron cuenta de que no había nada más.
"¿Dónde están los sueños?" - preguntó Leo, decepcionado.
"¡No puede ser todo esto!" - exclamó Sofía.
De pronto, sintieron un suave viento que hablaba:
"La verdadera Isla del Cielo está en el corazón de cada uno de ustedes. Los sueños crecen con la amistad y las experiencias que comparten".
Sofía y Leo se miraron y sonrieron. No necesitaban una isla mágica, porque habían creado su propia aventura y fortalecido su amistad.
"Siempre recordaré esto, Sofía. ¡Gracias por invitarme a la aventura!" - dijo Leo.
"Y yo siempre recordaré que juntos podemos hacer realidad nuestros sueños" - respondió Sofía, abrazando a Leo y a Hasta.
Regresaron a casa no con tesoros materiales, sino con recuerdos que llevarían siempre en sus corazones. Entendieron que la Isla del Cielo no era solo un lugar físico, sino una sensación que llevamos dentro cuando hacemos cosas juntos, creamos lazos y vivimos aventuras.
Y así, el pequeño pueblo siguió mirando al cielo, pero ahora también miraba hacia adentro, recordando que lo más valioso está en el viaje y las amistades que hacemos en el camino.
FIN.