La Jardinería de la Revolución



Era el año 1910 y en un pequeño pueblo de México llamado San José, vivía una niña llamada Luna, que estaba llena de curiosidad y sueños. En un momento de gran cambio para su país, Luna pasaba sus días en un hermoso jardín que había cultivado junto a su abuela. Este jardín, sin embargo, se encontraba bajo la amenaza de una guerra que estaba cambiando la vida de todos en el pueblo.

Una mañana soleada, mientras regaba sus plantas, Luna escuchó un alboroto en la plaza del pueblo. "¿Qué está pasando, abuela?"- preguntó Luna.

"Dicen que la revolución está cerca, querida. Las personas están cansadas de tanto sufrimiento y quieren un cambio. Pero en tiempos de guerra, la comida escasea y muchas familias están pasando hambre"- respondió su abuela con un tono preocupado.

Luna sintió que su corazón se encogía al escuchar esto. Pensó en todos los niños de su pueblo que podían no tener comida, así que decidió que tenía que hacer algo.

"Abuela, yo puedo ayudar. Mi jardín es pequeño, pero puedo plantar más cosas. ¡Podemos compartir la comida con los que más lo necesiten!"- dijo Luna con determinación.

La abuela sonrió, muy orgullosa de su valiente nieta. "Es una idea maravillosa, Luna. Pero necesitamos más semillas. ¿Cómo conseguiremos más?"-

Luna pensó por un momento. "Tal vez podamos pedir ayuda a Don Julián, el agricultor del pueblo. Él siempre tiene mucho en su granja."-

Al día siguiente, Luna y su abuela se acercaron a la granja de Don Julián. Cuando llegaron, vieron que él estaba trabajando duro en la tierra.

"¡Hola, Don Julián!"- saludó Luna. "Venimos a pedirte un favor. Queremos sembrar más en nuestro jardín para ayudar a las familias que no tienen comida en estos tiempos difíciles."-

"Claro que sí, Luna! Me encantaría ayudarles. Tomen estas semillas de maíz y frijoles. Con esto podrán alimentar a muchas familias"- respondió don Julián, sonriendo.

Emocionada, Luna tomó las semillas y se fue corriendo a su jardín. En las semanas siguientes, Luna y su abuela trabajaron día y noche. Plantaron, regaron y cuidaron las nuevas plantas. Cuanto más trabajaban, más plantas crecían.

Pero, un día, mientras perfeccionaban su jardín, escucharon un fuerte estruendo. "Esos ruidos son de la guerra..."- dijo la abuela con tristeza.

Luna, aunque preocupada, no se dio por vencida. "¡Vamos a hacer una fiesta! Convocaremos a todos los niños y familias del pueblo. Escucharemos música, habrá comida del jardín y seremos felices un rato aunque el mundo esté en guerra"- propuso.

La abuela, aun asustada, se sintió inspirada por el brillo en los ojos de Luna. "Está bien, haremos una fiesta, pero necesitamos ayuda para organizar todo."-

Así que, Luna fue de casa en casa invitando a todos a la fiesta que se realizaría en su jardín. La noticia se esparció y todos estaban entusiasmados. Al llegar el gran día, el jardín se llenó de colores, risas y, lo más importante, un sentido de comunidad.

"¡Bienvenidos al jardín de la esperanza!"- gritó Luna al ver a todos llegar. "Hoy celebraremos la vida y la amistad. ¡A comer!"-

Las familias se reunieron alrededor de largas mesas llenas de platillos hechos con los productos del jardín. Se contaron historias, se bailó, se rió, y ese día todos olvidaron por un momento la guerra y el sufrimiento.

Mientras la fiesta avanzaba, Luna notó que un grupo de niños miraba con tristeza a un lado. Se acercó a ellos. "¿Por qué están tristes?"-

"No tenemos nada para comer. Apenas tenemos dinero para el pan. No sabemos cómo ayudar a nuestras familias..."- dijeron los niños.

Luna, escuchando eso, pensó rápido. "¡Vengan! ¡Hoy aquí hay comida para todos! Lleven todo lo que quieran a sus casas. El jardín es de todos"- dijo con una gran sonrisa.

Y así, esa noche, no solo se compartió comida, sino también amor, esperanza y un poco de valentía. Todos se fueron a casa con corazones contentos.

Con el tiempo, la guerra pasó, y aunque el camino fue duro, el pequeño jardín de Luna se convirtió en un símbolo de unidad y esperanza en San José. Cada planta que creció en su jardín era un recordatorio de que incluso en los tiempos más oscuros, la bondad y el amor siempre podrían florecer.

Y así, como las semillas que florecieron, Luna aprendió que la verdadera revolución se encuentra en el corazón, donde la solidaridad y la amistad pueden cambiar el mundo.

FIN.

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