La Jirafa Sofía y su Aventura en la Ciudad



Era un lindo día de verano cuando Sofía, una jirafa curiosa y un poco traviesa, decidió salir a explorar. Aunque vivía en una reserva natural al borde de la ciudad, siempre había tenido ganas de conocerlo todo. Un buen día, mientras se asomaba por la ventana de su recinto, decidió que había llegado el momento de lanzarse en una gran aventura.

Salió sigilosamente, estirando su largo cuello y disfrutando del sol. Al poco tiempo, Sofía cruzó la línea que separaba la reserva de la ciudad y, ¡ZAS! , se encontró rodeada de edificios altos, ruidos de bocinas y una multitud de personas apuradas.

"¡Guau!", exclamó Sofía, maravillada por todo lo que veía. "¿Qué será esa cosa con ruedas que pasa tan rápido?".

Mientras exploraba, se topó con un grupo de niños que jugaban en un parque.

"¡Hola!" gritó uno de ellos. "¿Quién sos? Eres la jirafa más grande que he visto".

"Hola, soy Sofía, y vengo de la reserva. Me perdí un poco mientras exploraba", contestó la jirafa, algo nerviosa pero entusiasmada.

Los niños se acercaron y le preguntaron:

"¿Te gustaría jugar con nosotros?".

Sofía nunca había jugado con niños. Así que, emocionada, aceptó.

Rápidamente, aprendió a jugar a la pelota, aunque se notaba que su cuello largo complicaba las cosas.

"Tenés que usar tu cabezota, Sofía!", comentó uno de los niños riendo. "Así la pelota siempre va más alto".

Sofía intentó y... ¡SPLASH! La pelota terminó en una fuente cercana.

"Perdón, perdón!", gritó, dejando a todos riendo.

"No pasa nada, Sofía", dijo una nena llamada Leti. "Con un poco de ayuda, podemos sacarla de ahí".

Juntos, se acercaron a la fuente. Sofía estiró su largo cuello, pero no lograba alcanzarla. Así que los niños tuvieron una idea.

"Sofía, si te pones de rodillas, tal vez puedas llegar mejor".

Así lo hizo, y al final lograron rescatar la pelota y regresar al juego. Pero de repente, Sofía se dio cuenta de que no sabía cómo volver a su reserva.

"¿Qué voy a hacer?" se preguntó angustiada.

"¿Dónde queda la reserva?".

Los niños la miraron preocupados.

"No estás sola, podemos ayudarte. ¿Conoces alguna señal que te pueda guiar?".

Sofía recordó que en su casa había un gran árbol baobab.

"¡Claro! Hay un baobab grande cerca de mi casa".

Sofía y los niños se pusieron en marcha. Con el mapa que dibujaron en el suelo, fueron buscando referencias mientras reían y jugaban por el camino.

Pasaron por una calle llena de colores, donde vendían golosinas.

"¡Vamos a comprar algo!", sugirió otro niño llamado Tito.

"Bueno, está bien", dijo Sofía, mientras se le hacía agua la boca con aquellos deliciosos aromas.

Después de un par de caramelos y risas, continuaron su camino. Pasaron también por un mercado y así fue que conocieron a una señora grande.

"¿Dónde va esa bella jirafa?", preguntó la señora.

"Estamos ayudando a Sofía a regresar a su casa", respondió Leti con entusiasmo.

La señora sonrió y les dio una bolsa de zanahorias.

"¡Que le sirvan de merienda!".

Sofía agradeció y siguieron avanzando. Pero pronto llegó la hora de que el sol se ocultara, y Sofía comenzaba a sentir miedo.

"No sé si puedo volver a encontrar mi hogar de noche" dijo con voz preocupada.

Los niños, sin rendirse, decidieron que tenían que encontrar una solución.

"Podemos quedarnos juntos esta noche y mañana buscar más pistas", sugirió Tito.

Eso fue lo que hicieron: acamparon en el parque, entre risas y cuentos sobre la vida de Sofía en la reserva. A la mañana siguiente, un maravilloso amanecer despertó a todos.

Cuando ya estaban listos para la aventura de nuevo, Sofía miró hacia el horizonte y sintió la luz del sol en su rostro.

"Creo que tengo una idea!", exclamó. "Voy a mirar desde arriba, tal vez pueda ver el baobab desde el aire".

Los niños la miraron asombrados. Sofía se subió a un alto montículo. Desde allí, pudo ver una silueta familiar.

"¡Allí está! ¡El baobab!".

Así que siguieron su camino hacia la reserva, disfrutando de la belleza de la ciudad, del mar de gente, y de su propia compañía.

Cuando finalmente llegaron, Sofía se despidió de sus nuevos amigos.

"Gracias por ayudarme a encontrar el camino de regreso. Nunca olvidaré este día", dijo Sofía emocionada.

Y así, Sofía regresó a su hogar, no solo más sabia sobre el mundo de la ciudad, sino también con un corazón lleno de amistad y memorias.

Desde entonces, cada vez que se asomaba por la ventana, no solo veía el mundo que la rodeaba, sino que también sentía que tenía amigos donde quiera que mirara. La curiosidad de Sofía siempre la llevaría a nuevas aventuras, pero también la enseñaría que nunca estaba sola en el camino.

FIN.

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