La Ladrona de Rostros
Era un día normal en la escuela, y Machida, una chica introvertida, se sentó en el frente de la clase, donde su maestra, Quetzali, la había colocado. A su alrededor, se murmuraba sobre dos chicas que parecían gemelas. Isaac, un compañero, miró a Machida con curiosidad.
"¿Viste a las gemelas? Son idénticas", le dijo, con un tono de asombro.
Machida miró hacia la ventana, tratando de ocultar su incomodidad con aquellos comentarios. No le gustaba ser el centro de atención, y menos en un lugar donde todos parecían tener algo que decir sobre ella. La hora de clase comenzó, pero su mente divagaba.
Esa noche, mientras hacía sus deberes, Machida se encontró pensando en las gemelas: Luna y Estela. Esa mañana habían llegado con una sonrisa y una broma, pero ella no se sentía lista para abrirse a nadie.
Al día siguiente, un pequeño revuelo se formó en el aula. Las gemelas habían traído un libro antiguo, que dijeron contenía historias sobre la amistad y la superación.
"¿Quieren escuchar una historia?", preguntó Luna, levantando el libro.
"¡Sí!", exclamaron algunos. Pero Machida se quedó callada, observando desde su silla.
Luna comenzó a leer sobre una niña que había viajado a un mundo donde necesitaba robar rostros para convertirse en quien siempre había querido ser.
"¿No es raro eso?", comentó Isaac.
"Es solo una historia", dijo Estela, "pero es una hermosa metáfora sobre encontrar quién eres en realidad".
Machida sintió una pequeña chispa de interés.
Cada día, después de clase, las gemelas leían partes del libro, y Machida, poco a poco, empezó a acercarse. Un día, mientras escuchaban, Luna mencionó cómo la protagonista aprendía que las verdadera amistad no se basa en aparentar ser alguien más.
"Me encantaría encontrar mi rostro verdadero", murmuró Machida.
Las gemelas se giraron rápidamente hacia ella.
"¡Pero ya lo tenés!", dijo Estela con efusividad.
"Sí, solo hace falta que te des cuenta de eso", agregó Luna.
El rostro de Machida se sonrojó. Nunca había considerado que podría OBTENER su verdadero ser. Entonces, un día, durante el receso, hizo algo impulsivo.
"Voy a intentar ser más como ustedes", exclamó, intentando hacer el tonto y copiar su risa.
Las gemelas se miraron sorprendidas, pero después se soltaron a reír.
"¡Ah, eso no hace falta!", dijo Estela. "Sé vos misma. Eso es lo lindo".
Machida pensó en las palabras de Estela. Trabajó en su confianza y en descubrir qué le gustaba hacer realmente. Con el tiempo, empezó a participar más en clase y a hacer amigos.
Sin embargo, un día, un grupo de chicos empezó a burlarse de ella por potenciar su actitud.
"¡Mirá a Machida! Se cree tan... diferente!", gritó uno.
Machida sintió que su corazón se hundía, congelada por el miedo. Pero en vez de rendirse, recordó la lección del libro.
"Yo soy diferente y eso está bien", se armó de valor y replicó.
Los chicos se quedaron callados, mirándola.
Luna y Estela se acercaron y la abrazaron.
"Eso es, Machida. ¡Felicidades! Estás descubriendo tu verdadero rostro!"
Desde entonces, Machida siguió mostrando su auténtico yo y empezó a brillar en el aula. Se unió al club de teatro, creó su primer cuento y, con el tiempo, alentó a otros a descubrir su propio rostro.
Las gemelas siempre estaban a su lado, recordándole que todos tienen una luz especial que ofrecer al mundo. Y así, Machida se convirtió en la niña valiente que nunca había imaginado ser, y todo comenzó con una historia sobre una ladrona de rostros.
FIN.