La laguna de los deseos
La niña se llamaba Valentina, y vivía con su familia en una pequeña casita al lado de un huerto donde cultivaban maíz. A pesar de trabajar duro todos los días, la cosecha no era suficiente para alimentar a todos.
Por eso, cada tarde, Valentina salía a buscar leña en las cercanías de la duna saraja para cocinar el escaso alimento que tenían.
Un día, mientras recogía leña cerca del enorme cerro de arena, Valentina escuchó un leve murmullo que provenía del otro lado. Curiosa, decidió subir la duna para investigar. Al llegar a la cima, se encontró con una vista maravillosa: una laguna cristalina se extendía ante sus ojos bajo el sol brillante.
Valentina nunca había visto algo tan hermoso como esa laguna. El agua reflejaba los rayos del sol creando destellos dorados que bailaban sobre su superficie. Sin pensarlo dos veces, la niña decidió acercarse y sumergir sus pies en el fresco líquido.
-¡Qué maravilla! -exclamó Valentina emocionada mientras chapoteaba en el agua-.
¡Es como si estuviera en un sueño! De repente, un pececito saltarín asomó su cabeza entre las plantas acuáticas y empezó a hablar:-¡Hola! ¡Soy Panchito, el pez travieso de esta laguna! ¿Cómo te llamas? -Soy Valentina -respondió la niña sorprendida-. Nunca imaginé encontrar un amigo como tú aquí. Panchito le contó a Valentina que la laguna era mágica y tenía poderes especiales.
Si alguien arrojaba una moneda al agua con un deseo sincero en mente, este se cumpliría al instante. Valentina no podía creer lo que estaba escuchando.
Pensó por un momento cuál sería su deseo más anhelado: ayudar a su familia a tener comida suficiente todos los días. Así que sacó una moneda del bolsillo y cerrando los ojos con fuerza pidió:-Deseo que nuestro huerto produzca maíz en abundancia para alimentar a mi familia.
Al arrojar la moneda al agua cristalina, esta brilló intensamente antes de hundirse lentamente en el fondo de la laguna. En ese instante, Valentina sintió una ráfaga de energía positiva recorrer todo su cuerpo.
Al regresar a casa aquella tarde y contarle a su familia lo ocurrido, todos decidieron visitar juntos la laguna mágica al día siguiente. Cada uno pidió un deseo altruista pensando en el bienestar de todos. Los días pasaron y pronto pudieron notar cómo el huerto comenzaba a florecer como nunca antes lo había hecho.
Los maíces crecían robustos y dorados bajo el sol gracias al poder mágico de la laguna.
Desde entonces, Valentina y su familia vivieron felices sabiendo que tenían siempre un lugar especial donde acudir cuando necesitaran ayuda o quisieran hacer realidad sus sueños más preciados. Y así aprendieron que incluso en los lugares más inesperados se esconden tesoros extraordinarios capaces de cambiar sus vidas para siempre.
FIN.