La lámpara de la amistad
Había una vez en un pequeño pueblo llamado Piedraluz, un niño travieso llamado Mateo y una niña curiosa llamada Lola. A ambos les encantaba imaginar historias juntos y jugar a ser personajes de otras épocas.
Un día, mientras paseaban por el bosque, encontraron una piedra grande y redonda que les pareció perfecta para sentarse. Mateo dijo: "¡Mira, Lola! Esta piedra es como un sillón mágico donde podemos viajar en el tiempo".
Y así, se sentaron juntos e imaginaron estar en la época de los caballeros y las princesas. Al lado de la piedra, descubrieron una vieja lámpara de aceite.
Lola la frotó con entusiasmo y, para su sorpresa, apareció un genio que les concedió el deseo de escuchar historias maravillosas cada vez que estuvieran juntos cerca de la lámpara. Desde ese día, Lola leía cuentos a Mateo con voz dulce y melodiosa mientras él cerraba los ojos y se dejaba llevar por las aventuras narradas.
Juntos vivieron mil aventuras en su mundo imaginario. Pero un día al regresar a casa al atardecer, se encontraron con algo inesperado: la policía había rodeado su humilde hogar con cintas amarillas.
Mateo y Lola sintieron miedo e incertidumbre ante aquella escena desconcertante. "¿Qué pasó aquí?", preguntó Lola con temor en su voz. "No lo sé", respondió Mateo tratando de mantener la calma. "Pero no podemos quedarnos afuera toda la noche".
Decidieron acercarse a uno de los oficiales para averiguar qué estaba ocurriendo. El oficial les explicó que había habido un pequeño incendio en su casa debido a un cortocircuito eléctrico y que por seguridad debían esperar antes de poder volver.
Mateo miró a Lola con preocupación pero luego recordó las historias valientes que ella le había contado tantas veces. Con determinación, tomó su mano y le dijo: "Lola, ¿recuerdas cuando luchamos contra el dragón del castillo? Ahora nos toca enfrentar este desafío juntos".
Lola asintió con determinación y juntos buscaron refugio temporal en casa de unos vecinos amables mientras esperaban poder regresar a su hogar reparado. Días después, finalmente pudieron volver a su casa restaurada gracias al apoyo de la comunidad.
Mateo y Lola aprendieron que incluso en momentos difíciles como aquellos podían encontrar fuerza en su amistad y creatividad para superar cualquier obstáculo.
Y así continuaron sus aventuras imaginarias junto a la piedra-sillón mágica y la lámpara encantada, recordando siempre que no importa cuán grande sea el desafío, siempre podrían enfrentarlo juntos como verdaderos amigos inseparables.
FIN.