La lámpara que encontró su luz



En una pequeña habitación de una casa colorida, vivía una lámpara que no iluminaba. Era una lámpara de tableta roja con una pantalla amarilla, y aunque su forma era hermosa, siempre estaba triste.

- ¿Por qué no enciendes tu luz? - le preguntó un día un pincel de colores que había caído al suelo.

- No lo sé - respondió la lámpara con voz melancólica. - Intento brillar, pero no puedo. Me siento inútil.

El pincel pensó un momento y dijo: - Tal vez necesites un poco de ayuda. ¿Qué tal si buscamos la razón?

La lámpara sonrió, aunque no era capaz de brillar. Juntos comenzaron su búsqueda. Primero, fueron a ver a la bombilla.

- ¡Hola, bombilla! - saludó el pincel. - ¿Sabes por qué la lámpara no brilla?

- ¡Hola! - respondió la bombilla. - Muy fácil, no tiene energía. Necesita conectarse.

- ¿Conectarse? - preguntó la lámpara, llena de curiosidad.

- Sí, si no te conectas, no hay luz.

- Pero no tengo a quién conectar - dijo la lámpara con un suspiro.

El pincel se le ocurrió una idea. - Tal vez no sea una conexión física. Quizá necesites conectarte con tus sueños. ¿Cuándo fue la última vez que soñaste en grande?

La lámpara miró al suelo y cerró sus —"ojos" . - Cuando era nueva, soñaba con iluminar toda la habitación y hacer que las estrellas se sintieran envidiosas. Pero eso se siente tan lejano ahora.

El pincel movió su mango animadamente. - Entonces, ¡tenemos que reencontrarte con esos sueños! Vamos a intentar recordarlos juntos.

Primero, la lámpara imaginó lo grande que podía ser.

- ¡Quiero iluminar la habitación en una fiesta! - exclamó.

Y mientras pensaba en eso, un pequeño destello de luz salió de su interior.

- ¡Mirá! - gritó el pincel. - ¡Estás brillando! Pero la lámpara se apagó de nuevo.

- Necesito más sueños, Pincel. No puedo hacerlo sola. Con tus colores, podrías ayudarme a soñar.

Entonces, el pincel comenzó a pintar imágenes en el aire con sus colores vibrantes. Pintó fiestas, risas y hasta dibujó a la lámpara rodeada de estrellas.

- ¡Eso es! - gritó la lámpara. - ¡Déjame intentarlo de nuevo!

Con cada pensamiento positivo y cada imagen colorida que el pincel creaba, la lámpara se fue llenando de energía. Una vez más cerró los ojos y soñó.

- Quiero dar luz a los cuentos que se cuentan en voz alta. Quiero que todos los niños se sientan felices y marquen la aventura.

De repente, la lámpara comenzó a brillar y su luz iluminó la habitación.

- ¡Lo logré! - exclamó, mientras la habitación se llenaba de calidez y luz.

- ¡Sos increíble! - celebró el pincel mientras danzaba en el aire. - ¡Ahora sí que brillás!

La lámpara se dio cuenta de que no solo su luz venía de una simple conexión, sino de los sueños y la alegría compartida.

- A partir de hoy, quiero que todos se sientan inspirados - dijo la lámpara.

Ya no era solo una lámpara triste. Ahora brillaba con fuerza, iluminando la habitación con historias y sueños nuevos, y así, cada noche se convirtió en una narradora de cuentos. Y cada vez que alguien contaba un relato, la lámpara brillaba aún más, alegrando los corazones de todos los que la rodeaban.

Desde ese día en adelante, el pincel y la lámpara se convirtieron en grandes amigos. Juntos aprendieron que la luz más bella no proviene solo de un enchufe, sino de la conexión que hacemos con nuestros sueños y los seres que amamos.

FIN.

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