La Lampara que Iluminó Sueños



Érase una vez en un pequeño pueblo llamado Lucero, donde los días eran soleados y las noches estaban llenas de estrellas. En una casa de madera, en el rincón más sombreado, vivía una lampara mágica llamada Lustra. Lustra no era una lampara común y corriente, ella podía hablar y tenía la capacidad de iluminar no solo habitaciones, sino también los corazones de quienes la rodeaban.

Una tarde, mientras el sol se ponía y las sombras comenzaban a danzar, una niña curiosa llamada Lila entró en la casa. Ella siempre había tenido una fascinación por objetos antiguos, y la lampara la había cautivado desde el primer momento que la vio.

"Hola, pequeña. ¿Quién sos?" - preguntó Lustra, iluminándose con un parpadeo luminoso.

"¡Hola! Soy Lila. Me encantan las cosas viejas y misteriosas. ¿Podés contarme sobre vos?" - respondió Lila, con los ojos brillando de emoción.

"Soy Lustra, la lampara de los sueños. Si me enciendes, iluminaré no solo este lugar, sino también tus más grandes anhelos" - dijo Lustra con una voz suave y melodiosa.

Intrigada, Lila tomó la lámpara en sus manos y le dio un suave toque en el interruptor. La habitación se llenó de una luz cálida y brillante.

"¡Guau!" - exclamó Lila.

"Ahora, cierra los ojos y piensa en lo que más deseás en el mundo" - sugirió Lustra.

Lila cerró los ojos y pensó en su mayor deseo: ser una gran artista. Cuando los abrió, se encontró en un mundo mágico lleno de colores vibrantes y paisajes que parecían sacados de un sueño. Sin embargo, a su alrededor, la visión estaba borrosa, y Lila no podía pintar nada.

"¿Por qué no puedo pintar?" - preguntó Lila mirando a Lustra con preocupación.

"Porque para hacer realidad tus sueños, necesitas un poco de esfuerzo y valentía. Este lugar emplea el poder de tus deseos, pero también necesita de tu dedicación" - explicó Lustra.

Lila comenzó a sentir que su confianza crecía, pero aún necesitaba ayuda.

"¿Cómo puedo aprender a ser una gran artista?" - preguntó con determinación.

"Debés buscar inspiración en tu realidad, en tu propio mundo. Aquí todo es sólo un reflejo de lo que ya llevas dentro. ¡Salí y pintá!" - dijo Lustra.

Con esas palabras en mente, Lila decidió aventurarse. Volvió a su hogar, donde comenzó a observar los colores del jardín, las sonrisas de sus amigos y las historias de su familia. Con cada boceto y pintura, su talento creció. Pero un día, llegó un nubarrón de tristeza a su corazón porque se comparaba con otros artistas, y sentía que nunca podría ser tan buena como ellos.

"¿Qué me pasa, Lustra?" - preguntó entre sollozos.

"Estás olvidando que cada artista es único. La comparación no lleva a ningún lado. ¡Debés brillar con tu propia luz!" - respondió Lustra.

Lila entendió que debía dejar su esencia salir. Con el tiempo, comenzó a exponer sus obras en el pueblo y a enseñar a otros lo que había aprendido. No solo se convirtió en una artista talentosa, sino que también inspiró a sus amigos a explorar su propio camino en el arte.

Un día, mientras daba una clase a los más pequeños, un rayo de luz atravesó la ventana, iluminando su aula. Lila sonrió y recordó a su amiga Lustra.

"Gracias, Lustra, por ayudarme a encontrar mi luz." - susurró con gratitud.

Y desde aquel día, Lustra brillaba en su rincón, no solo como una lampara, sino como el faro del hogar que iluminaba sueños en cada rincón de Lucero, pero sobre todo, el de Lila, quien aprendió que los sueños se hacen realidad con amor y trabajo.

Así, en el pueblito lleno de estrellas, Lila continuó creando, siempre con la luz de su amiga Lustra guiándola.

FIN.

Dirección del Cuentito copiada!