La Lección de Carla
Marco era un chico de diez años que siempre llevaba una nube de enojo sobre su cabeza. Apenas se le ocurría una pequeña decepción, su cara se ensombrecía y comenzaba a fruncir el ceño. Tenía una amiga, Sofía, que era muy envidiosa. Siempre miraba lo que tenían los demás y deseaba ser como ellos, pero nunca lograba sentir alegría por las alegrías ajenas.
Un día soleado, en la escuela del pueblo, todos los compañeros estaban entusiasmados porque se acercaba el día del festival de primavera. Los niños hablaban sobre sus disfraces, las canciones que iban a cantar y los juegos que iban a jugar. Marco, aunque el ambiente era festivo, no podía dejar de pensar en lo que no tenía.
"¿Por qué ellos tienen disfraces tan lindos y nosotros no?", se quejó Marco, cruzando los brazos.
"Yo también quiero un disfraz de superhéroe ¿Por qué mi mamá no me lo puede comprar?", añadió Sofía, mirando con envidia a sus compañeros.
Los niños que los rodeaban, sin embargo, estaban llenos de energía y felicidad.
"¡Vamos, chicos!", gritó Carla, una compañera alegre. "¡Vamos a hacer nuestro propio disfraz con lo que tengamos en casa!"
"Sí, y podemos decorarlo con cosas recicladas!", dijo Lucas, otro niño del grupo.
Marco y Sofía se miraron entre sí, un poco escépticos.
"Pero no será lo mismo...", murmuró Marco con desdén.
"Ah, no vamos a brillar como ellos...", respondió Sofía, con un tono de preocupación.
Carla, que había estado escuchando, se acercó con una sonrisa.
"Chicos, no se trata solo de cómo lucimos. Se trata de la alegría de estar juntos y disfrutarlo. ¡Si hacemos nuestros propios trajes, será más especial!"
"¿De verdad pensás eso?", preguntó Marco, un poco intrigado.
"¡Claro! Las mejores historias son las que creamos nosotros mismos. Además, lo importante es que estemos felices y disfrutemos el momento", explicó Carla.
Sofía y Marco siguieron conversando, aunque todavía no estaban convencidos. Esa noche, mientras pensaban en lo que había dicho Carla, Sofía se dio cuenta de que se sentía un poco mal por no haber disfrutado de las cosas buenas que tenía, y decidió intentar hacer algo diferente.
Al día siguiente, con una actitud renovada, llevaron lo que podían: una caja de cartón, papeles de colores, lápices y un poco de creatividad. Marco y Sofía se sentaron juntos, y comenzaron a crear.
"¡Mirá, esto puede ser la capa de mi disfraz!", dijo Marco, entusiasmado con una hoja brillante.
"Y yo puedo hacer un cinturón con formas de estrellas!", agregó Sofía, mientras recortaba un papel.
Con cada rayo de sol que pasaba, los dos se sentían más alegres y emocionados. Olvidaron el enojo y la envidia, y comenzaron a reír y disfrutar del proceso.
El día del festival llegó, y al ver a sus compañeros con sus coloridos disfraces, se sintieron un poco nerviosos.
"No vamos a ser como los demás", murmuró Marco, sintiéndose un poco inseguro.
"¿Y quién dice que eso es lo que importa?", respondió Sofía, que ya iba tomando una actitud más positiva.
Finalmente, llegó el momento de mostrarse. Marco y Sofía salieron con sus improvisados disfraces coloridos y creativos. Tan pronto como aparecieron, los compañeros aplaudieron y les gritaron:
"¡Qué originales! ¡Me encanta su disfraz!"
Carla fue la primera en acercarse.
"¡Los felicito! ¡Se ven increíbles! ¡Ustedes lo hicieron con sus propias manos!"
"Gracias, Carla. No sabíamos que podíamos sentirnos tan bien teniendo poco...", dijo Marco, con una sonrisa genuina en su rostro.
Desde ese día, Marco trató de buscar el lado positivo en las cosas, y Sofía aprendió a celebrar el éxito y la felicidad de los demás.
"A veces uno se pierde de lo mejor al dejarse llevar por lo negativo", reflexionó Sofía, mientras todos disfrutaban del festival.
"Sí, y ahora entiendo que ser feliz y disfrutar es lo más importante de todo", dijo Marco, lanzando una sonrisa a su alrededor.
Y así, gracias a la lección de Carla, Marco y Sofía aprendieron que no eran las cosas que tenían, sino los momentos que compartían lo que realmente importaba. Se volvieron amigos de la alegría y juntos, alegraron a todos a su alrededor, convirtiéndose en un ejemplo de cómo la felicidad se encuentra en la creación y la amistad.
FIN.