La Lección de Felipe



Felipe era un niño de 11 años que tenía todo lo que podía desear. Sus padres, al ser únicos, le daban todo lo que pedía. Desde videojuegos hasta la última moda en ropa, no le faltaba nada. Sin embargo, había un problema: Felipe no se esforzaba en el colegio y sus calificaciones eran muy bajas.

Un día, mientras jugaba con su consola nueva, Felipe vio que su papá tenía un billete de cien pesos en la mesa. En un impulso, lo tomó, pensando que nadie se daría cuenta. "Es solo un billete", se dijo a sí mismo. "No pasa nada."-

Los días pasaron y, en lugar de frenar, Felipe sintió que podía conseguir más. Así que, cuando sus padres salían, él comenzaba a explorar la casa en busca de dinero. Pero eso no fue suficiente. Un día, decidió ir a la tienda del barrio y, aprovechando la distracción de la dueña, se llevó una golosina que tanto deseaba. "Nadie se dará cuenta", pensó.

Sin embargo, su pequeño mundo comenzó a desmoronarse. Su mamá notó que desaparecían cosas y comenzó a sospechar. "Felipe, ¿no has visto el billete que estaba aquí?"-

"No, mamá, no tengo idea", mintió Felipe, con el corazón latiendo rápido, como si un tambor sonar intenso resonara en su pecho.

Un día, la dueña de la tienda lo reconoció y, al ver que entraba con un aire nervioso, decidió hablar con sus padres. "Señores, creo que su hijo ha estado llevándose cosas sin pagar"- dijo con una mezcla de preocupación y tristeza.

Los padres se quedaron en shock. "¡Felipe! ¿Es cierto lo que dice la señora?"- preguntó su papá, mirándolo a los ojos con seriedad.

"No... no sé de qué me hablan"- balbuceó Felipe, aunque ya no podía sostener la mentira. Fue entonces cuando comprendió que su mundo perfecto estaba a punto de cambiar.

Sus padres decidieron que lo mejor era llevarlo a casa de su abuelita en el campo por unas semanas, lejos de las tentaciones de la ciudad. "Necesitas una lección, hijo"- le dijo su mamá. "La abuela te enseñará sobre el valor de las cosas y del trabajo duro"-.

Felipe llegó al campo sintiéndose frustrado y enojado. "¿Qué tiene de malo ser feliz comprando lo que quiero?"- se quejaba, cruzado de brazos.

La abuela, con su sabiduría, le mostró un mundo diferente. "Aquí, Felipe, todo se hace con esfuerzo y con cariño. Vamos a trabajar juntos en el huerto"-, le decía mientras le mostraba cómo plantar semillas.

Al principio, a Felipe no le gustaba, pero con el tiempo se dio cuenta de que al cuidar las plantas y verlas crecer, empezaba a sentir una alegría diferente. "¿Ves? Cada tomate que cosechamos es un premio a nuestro trabajo"-, explicaba su abuela.

Un día, después de una mañana trabajando en el campo, Felipe le dijo a su abuela: "No puedo creer que antes pensaba que el dinero venía fácil. Ahora entiendo que hay que valorarlo y trabajar por lo que uno quiere"-.

"Exactamente, Felipe. El secreto de la felicidad no es tener más, sino valorar lo que tenemos y el esfuerzo que nos lleva a conseguirlo"-, respondió su abuela con una sonrisa orgullosa.

Cuando Felipe volvió a casa con sus padres, se notaba un cambio en su actitud. Decidió estudiar más y pedirle a sus papás algún juego o una golosina solo cuando realmente lo mereciera. Comprendió que había más satisfacción en ganarse las cosas que en tomar lo que no le pertenecía.

Al final, Felipe se convirtió en un niño más responsable y, aunque a veces lo tentaba el deseo, sabía que había aprendido una lección valiosa: el verdadero valor de las cosas se encuentra en el esfuerzo y el amor que ponemos en cada acción que hacemos.

FIN.

Dirección del Cuentito copiada!