La lección de Ghia



Había una vez en un pequeño pueblo una niña llamada Ghia. Ghia era una niña muy alegre y traviesa, pero tenía un problema: le encantaba comer loncheras chatarra.

En la escuela, la profesora les enseñaba a los niños la importancia de comer alimentos nutritivos como verduras, frutas y carnes para crecer sanos y fuertes. Un día, la profesora les explicó a todos los niños lo importante que era cuidar su alimentación para estar saludables.

Les dijo que las papas fritas, las golosinas y las galletitas rellenas eran alimentos que debían comer solo de vez en cuando, ya que no les daban las vitaminas y minerales necesarios para crecer bien.

"-Niños, recuerden que es importante comer sano para tener energía y poder jugar todo el día sin cansarse", les dijo la profesora. Pero Ghia no quería escuchar nada de eso. Ella solo quería seguir comiendo su lonchera chatarra todos los días.

Así que cada vez que su mamá le preparaba una merienda con frutas o verduras, ella hacía berrinches y lloraba pidiendo papas fritas o hamburguesas. "-¡Quiero papas fritas! ¡No quiero esa manzana aburrida!", gritaba Ghia mientras hacía pucheros.

Su mamá intentaba explicarle lo importante que era comer variado para estar sana, pero Ghia no quería entender. Hasta que un día, algo mágico sucedió. Una noche, mientras dormía, Ghia tuvo un sueño maravilloso.

En su sueño, se encontró con un hada madrina muy especial que le mostró cómo se veían por dentro los alimentos chatarra y los alimentos saludables.

"-Mira Ghia, estas papas fritas están llenas de grasas malas que pueden hacerte daño si las comes todos los días", le explicó el hada mostrándole unas papas fritas gigantes con caritas tristes. Luego, el hada le mostró unas zanahorias brillantes y coloridas. "-Y mira estas zanahorias llenitas de vitaminas y minerales que te darán mucha energía para jugar y ser feliz".

Ghia despertó emocionada por lo que había visto en su sueño. Desde ese día decidió probar nuevos alimentos como frutas frescas, verduras crujientes y carnes sabrosas.

Descubrió lo rico que podían ser estos alimentos e incluso empezó a ayudar a su mamá a preparar sus loncheras cada mañana. Con el tiempo, Ghia se dio cuenta de lo mucho mejor que se sentía cuando comía sano.

Tenía más energías para jugar con sus amigos en el parque y ya no se cansaba tan rápido como antes. Además, notó cómo su cabello brillaba más y su piel estaba más bonita gracias a esos deliciosos alimentos nutritivos.

Desde entonces, Ghia se convirtió en toda una experta en alimentación saludable e incluso empezó a enseñarles a sus amigos en la escuela sobre la importancia de comer bien para estar fuertes y felices.

Y así fue como nuestra amiga Ghia aprendió una gran lección: ¡comer sano es divertido! Y tú también puedes hacerlo si sigues el ejemplo de esta pequeña gran heroína.

FIN.

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