La lección de Halloween de Mishaky


Había una vez en un pequeño pueblo, una gata llamada Mishaky. Se decía que ella era un espíritu que solo salía en Halloween. Tenía la peculiar habilidad de caminar en dos patas y su rostro siempre estaba cubierto por una capucha y capa blancas. La gente contaba que su rostro era negro y aterrador. Se rumoreaba que Mishaky se alimentaba de niños groseros que no respetaban a los demás. Todos los niños del pueblo la temían y se aseguraban de comportarse bien para no llamar su atención.

Un Halloween, tres amigos llamados Juan, Sofía y Mateo decidieron desafiar a Mishaky y se burlaban de ella. Pensaron que era solo un cuento de miedo inventado por los adultos para asustar a los niños. Decidieron ir al bosque donde se decía que Mishaky aparecía. Al llegar, comenzaron a burlarse de la gata fantasma, gritando y haciendo ruidos para llamar su atención. De repente, una neblina espesa los rodeó y escucharon una voz en el aire.

- ¿Por qué se burlan de mí, pequeños imprudentes? -preguntó la voz con un tono escalofriante.

Los niños se dieron vuelta y vieron a Mishaky flotando en el aire, con su capa blanca ondeando y su rostro oculto bajo la capucha.

- ¡Ja! ¿Tú eres Mishaky? No nos asustarás con tus trucos baratos -dijo Juan con burla.

De repente, Mishaky se quitó la capucha, y los niños vieron su rostro negro y aterrador. En ese momento, empezaron a arrepentirse de haber irrespetado a la gata. Sin decir una palabra, Mishaky desapareció en la neblina.

Los niños sintieron un escalofrío recorrer sus cuerpos y supieron que habían cometido un gran error.

Asustados, volvieron al pueblo y se dieron cuenta de que algo había cambiado en ellos. Ya no encontraban gracia en hacerle daño a los demás, entendieron que el respeto y la amabilidad eran lo más importante. Decidieron disculparse con Mishaky e incluso prepararon un pequeño regalo para ella.

Cuando salieron la noche siguiente, ya no era Halloween, pero querían hacer las paces. Se adentraron en el bosque y encontraron a Mishaky, quien sin decir nada recibió el regalo. Los tres amigos le pidieron disculpas y prometieron no volver a ser groseros con nadie.

De repente, Mishaky levantó su rostro y una luz brillante iluminó su mirada. Les agradeció por su gesto y les habló sobre la importancia del respeto, la empatía y la amabilidad. Les prometió que si seguían por ese camino, serían recompensados con amor y alegría en sus vidas.

Los niños regresaron al pueblo con una lección aprendida. A partir de ese día, se convirtieron en los más respetuosos y amables del lugar, ayudando a los demás y promoviendo la armonía en su comunidad.

Mishaky siguió apareciendo en Halloween, pero ya no para asustar a los niños groseros, sino para recordarles la importancia del respeto y la bondad. Los niños del pueblo aprendieron que no debían juzgar a nadie por su apariencia y que, a veces, los seres extraordinarios como Mishaky podían enseñarles grandes lecciones de vida.

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