La lección de Juan



Había una vez en la ciudad de Buenos Aires un adolescente llamado Juan, un chico muy curioso y travieso que siempre estaba buscando nuevas aventuras.

Un día, mientras navegaba por internet, descubrió un viejo frasco de cloroformo en el ático de su casa.

Intrigado por su poder para dormir a las personas, Juan tuvo una idea descabellada: ¿y si usaba el cloroformo para dormir a sus profesoras y así no tener clases? Juan decidió poner su plan en acción al día siguiente en la escuela. Durante la clase de matemáticas con la profesora Vanesa, esperó el momento oportuno y rápidamente le aplicó el cloroformo.

Vanesa cayó rendida en sueño profundo y Juan se deslizó fuera del aula sin ser visto. Luego fue el turno de la clase de lengua con la profesora Esther. Con sigilo, Juan repitió su travesura y Esther quedó profundamente dormida sobre su escritorio.

Por último, llegó la clase de biología con la profesora Lorena. Con algo más de nerviosismo por ser la última parte de su plan, Juan logró dormirla también. Con las tres profesoras dormidas, Juan se sentía triunfante y libre de clases por ese día.

Sin embargo, algo inesperado ocurrió: al ver a sus queridas maestras tan vulnerables e indefensas frente a él, sintió un remordimiento en su corazón. "¿Qué he hecho? No está bien aprovecharme así", pensaba Juan angustiado.

Decidió entonces buscar ayuda para despertarlas y asumir las consecuencias de sus acciones. Corrió a buscar al director del colegio y juntos lograron despertar a las profesoras. "Lo siento mucho, fue una travesura estúpida", se disculpaba Juan avergonzado ante ellas.

Las profesoras lo miraron seriamente pero luego sonrieron comprensivas al ver el arrepentimiento sincero del joven. "Juan, sabemos que eres un buen chico en el fondo. Todos cometemos errores pero lo importante es aprender de ellos", le dijo Vanesa con dulzura.

"Sí, nunca está bien hacerle daño o aprovecharse de los demás", agregó Esther con firmeza pero también con cariño. "Recuerda que tus acciones tienen consecuencias y es importante ser responsable", concluyó Lorena con sabiduría.

Juan aprendió esa lección valiosa aquel día: comprendió que no hay atajos ni trucos para evadir las responsabilidades ni afectar a otros injustamente. A partir de entonces valoró más sus estudios y respetó siempre a sus maestros.

Y así, entre risas y enseñanzas compartidas, aquella travesura se convirtió en una anécdota memorable que recordarían todos como parte del crecimiento personal y moral del joven Juan en busca del camino recto hacia la madurez.

FIN.

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