La Lección de Juanito y su Perro



En un pequeño barrio de Buenos Aires, vivía un niño llamado Juanito. Era un chico lleno de energía y alegría, siempre corriendo por la calle y jugando con sus amigos. Su mejor amigo, un perrito llamado Lucas, siempre lo acompañaba en todas sus aventuras. Lucas era un perro de pelaje marrón y ojos brillantes que nunca se separaba de Juanito.

Un día, mientras jugaban en el parque, Juanito, un poco cansado de tantas travesuras, comenzó a gritarle a Lucas porque no corría tan rápido como él quería.

- ¡Vamos, Lucas! ¡Apurate! ¡No te da vergüenza ser tan lento! - dijo Juanito con un tono despectivo.

Lucas, un poco confundido, se detuvo y miró a Juanito con esos ojos tristes que tanto le tenían cariño. En ese instante, un anciano que paseaba por el parque se acercó a ellos.

- Disculpa, chico - dijo el anciano con voz amable - pero creo que no deberías hablarle así a tu perro.

- ¿Por qué no? - respondió Juanito sin comprender. - ¡Es solo un perro!

El anciano sonrió levemente y se sentó en un banco cercano.

- Los perros son nuestros amigos. Sienten, entienden y se preocupan por nosotros tanto como nosotros por ellos. Si les faltas al respeto, les haces daño. - explicó el anciano.

Juanito inclinó la cabeza, comenzando a sentir algo de remordimiento.

- Pero yo solo estaba bromeando... - intentó justificar.

En ese momento, Lucas saltó a los pies de Juanito, moviendo su cola como si quisiera perdonarlo.

- ¿Ves? - continuó el anciano. - Lucas solo quiere tu amor y tu atención. No siempre podemos ser los más rápidos o los más fuertes. Todos tenemos nuestras propias capacidades.

Juanito se quedó pensando. De repente, recordó la vez que Lucas, en una tormenta, había estado a su lado, acurrucándose contra él para que no tuviese miedo.

- Tenés razón... - dijo Juanito, comenzando a sentirse culpable. - Lucas, lo siento mucho. No quería hacerte sentir mal.

El perrito, al escuchar su nombre, movió su cola aún más fuerte y puso su cabeza sobre las piernas de Juanito, como si ya lo había perdonado.

- Te prometo que a partir de ahora, seré un mejor amigo para vos. - dijo Juanito con sinceridad.

El anciano sonrió, satisfecho de ver la transformación en el corazón de Juanito.

- Nunca está de más recordar que el respeto y el cariño son fundamentales en cualquier amistad, ya sea con un perro o con otra persona. - dijo el anciano, levantándose para continuar su camino.

Juanito, con un nuevo entendimiento, decidió hacer algo especial por Lucas ese día.

- Vamos Lucas, a casa. Te haré tu comida favorita y después jugamos a la pelota. - dijo emocionado.

Desde ese día, Juanito nunca más le faltó al respeto a su perro. Aprendió a comunicarle su cariño de diferentes maneras: llenándolo de caricias, llevándolo a pasear, jugando a la pelota y, sobre todo, siendo paciente con él.

Con el tiempo, esa relación de amistad se hizo aún más fuerte. Lucas se convirtió en el compañero leal y feliz que siempre estuvo a su lado, y Juanito se convirtió en un niño más amable y comprensivo, no solo con su perro, sino también con todas las personas a su alrededor.

Y así fue como Juanito aprendió lo importante que es respetar y querer a aquellos que amamos, porque en el fondo, todos somos un poco como Lucas: buscamos amor y respeto en nuestra vida diaria.

FIN.

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