La lección de Karla en Navidad



Era una vez, en un pequeño barrio, una niña llamada Karla. Ella era muy mal educada y siempre quería tener todo lo que veía. Cuando llegó la Navidad, Karla decidió hacer una lista de regalos que deseaba recibir. Pero no una lista común, sino una enorme, con más de 37 cosas: desde muñecas hasta bicicletas, pasando por videojuegos y ropa de marca.

Karla estaba tan emocionada que no paraba de hablar de todos los regalos que quería. "¡No puedo esperar a abrir todos mis regalos!" - decía, mientras sus amigos la miraban con sorpresa. A nadie le gustaba ser menospreciado, y siempre le recomendaban que fuera más amable y considerara a los demás. Pero a Karla no le importaba.

Su papá, don Alberto, conocía bien a su hija. Sabía que su actitud tenía que cambiar. Entonces, decidió darle una lección sin que ella lo supiera. Una noche, mientras Karla dormía, él escondió todos los regalos que había comprado para ella.

Cuando llegó el día de Navidad, Karla se despertó llena de entusiasmo. "¡Es Navidad, es Navidad!" - gritó mientras corría hacia el árbol. Pero al llegar, sus ojos se abrieron de par en par y su sonrisa se desvaneció. "Papá, ¿dónde están mis regalos?" - preguntó con desespero.

Don Alberto, con un tono suave y educativo, le respondió: "Karla, los regalos no están. Quería que pensaras en lo que realmente significa la Navidad. ¿Crees que 37 regalos son necesarios?"

Karla no sabía qué decir. Miró a su papá, confundida. "Pero… todos mis amigos tienen montones de regalos. Yo solo quería ser feliz..." - dijo, comenzando a sentirse triste.

Don Alberto le explicó: "La Navidad no se trata de los regalos, hija. Se trata de compartir, dar amor y estar con la familia y los amigos. A veces, podemos estar tan enfocados en lo que queremos que olvidamos lo que realmente importa."

Karla sintió que algo se movía en su corazón. En lugar de enfadarse, se sintió conmovida por las palabras de su papá. Pasó el día en casa, contando historias sobre lo que habían hecho el año anterior, ayudando a preparar la comida y decorando la casa con su papá. Poco a poco, la alegría comenzó a llenar el aire.

Al caer la tarde, don Alberto le reveló una sorpresa especial. "Karla, como parte de tu lección, quiero enseñarte a dar. Vamos a llevar algunos alimentos y juguetes a los niños de la comunidad que no tienen tanto como nosotros."

Karla no podía creerlo. "Pero, papá, ¿y mis regalos?" - replicó, un poco indecisa. Pero su papá sonrió. "Serás mucho más feliz al ver la sonrisa de otros. Recuerda, todo lo que das vuelve a ti de alguna manera."

Con un brillo renovado en su mirada, Karla ayudó a juntar juguetes y comida. Al llegar a la comunidad, vio a los niños esperando con sonrisas brillantes. "¡Feliz Navidad!" - gritó Karla, entregando juguetes a cada uno. La felicidad llenó su corazón al ver cómo esos pequeños brillaban de alegría.

Cuando regresaron a casa, don Alberto le dijo: "¿Ves, Karla? La verdadera felicidad está en dar y compartir."

Esa noche, al ir a dormir, Karla no se sentía triste por no haber abierto ningún regalo. En su corazón, sentía una gran satisfacción. Aprendió que ser buena con los demás era mucho más valioso que recibir regalos. A la mañana siguiente, su papá le mostró un último regalo escondido. "Este es para vos, pero solo si prometes ser una mejor niña de ahora en adelante."

Karla, emocionada, prometió ser más amable y ayudar a los demás. "Lo prometo, papá, seré mejor."

Desde ese día, Karla se convirtió en la mejor amiga de todos en el barrio, siempre dispuesta a ayudar y a compartir. Y aunque no siempre recibió una montaña de regalos, sí recibió una tonelada de sonrisas y abrazos, que era lo que realmente quería. Así, aprendió que ser buena era el mejor regalo de todos.

Y así, Karla vivió una Navidad muy especial, rodeada de amor y felicidad, entendiendo que lo más importante no es lo que uno recibe, sino lo que uno da.

FIN.

Dirección del Cuentito copiada!