La lección de la amistad
En el mágico pueblo de Tomoty vivía una hechicera sabia y bondadosa que se preocupaba mucho por el bienestar de todos sus habitantes. Un día, la hechicera observó que los habitantes del pueblo estaban volviéndose cada vez más egoístas y poco amigables. Preocupada por la situación, la hechicera decidió convocar a los duendes traviesos, seres mágicos que siempre se metían en problemas, para que le ayudaran a enseñar una importante lección a los habitantes de Tomoty: la importancia de la amistad.
Al principio, los duendes traviesos no entendían muy bien por qué la hechicera quería que ellos, conocidos por sus travesuras, ayudaran a impartir una lección tan importante. Pero, al ver la preocupación en los ojos de la hechicera, aceptaron el desafío y se dispusieron a ir al pueblo para comenzar con su misión.
Los duendes traviesos empezaron a jugar divertidos pero inofensivos trucos a los habitantes del pueblo, como hacer que las puertas se trabaran, las ollas se movieran solas o las herramientas desaparecieran por un rato. Al principio, los habitantes se enfadaron mucho, pero al final todos terminaban riendo y compartiendo anécdotas sobre las travesuras de los duendes. Poco a poco, la gente del pueblo empezó a interactuar más entre ellos, a preocuparse por sus vecinos y a buscar soluciones juntos para los problemas que los duendes les presentaban.
Sin embargo, los duendes traviesos no estaban satisfechos. Sentían que la lección de amistad aún no se había aprendido por completo en el pueblo, así que decidieron intensificar sus travesuras para poner a prueba la verdadera solidaridad y compañerismo de los habitantes. Comenzaron a desordenar los cultivos, esconder las herramientas y asustar a los animales. Esto causó caos en el pueblo y la gente estaba muy molesta.
La hechicera, al ver que las cosas se habían salido de control, decidió intervenir. Convocó a los duendes traviesos y les explicó que la amistad no se construía a través de la travesura, sino a través del amor, el respeto y la cooperación. Los duendes, avergonzados, aceptaron su error y se disculparon con la hechicera y los habitantes del pueblo.
Entonces, la hechicera les propuso a los duendes una nueva tarea: en lugar de jugar trucos, debían ayudar a los habitantes del pueblo en sus tareas diarias, ser buenos amigos y promover la alegría y el compañerismo. Los duendes aceptaron con entusiasmo y se pusieron manos a la obra.
Pronto, el pueblo de Tomoty se convirtió en un lugar lleno de risas, ayuda mutua y cariño. Los habitantes aprendieron la valiosa lección de la amistad gracias a los duendes traviesos, quienes se habían convertido en los mejores amigos de todos. Desde entonces, el pueblo de Tomoty floreció con la alegría y el compañerismo, gracias a la sabiduría y el amor de la hechicera y la travesura redirigida de los duendes.
FIN.