La lección de la escuela rural



En un pequeño pueblo rural, vivía una niña llamada Valentina, conocida por su espíritu peleonero. Su padre, don Emilio, era un hombre de carácter fuerte que solía resolver las cosas a los gritos y con mal genio.

Valentina se veía influenciada por su padre y a menudo se metía en problemas en la escuela por pelear con sus compañeros.

Los maestros, la señorita Ana y el señor Juan, eran nobles y pacientes, y siempre trataban de enseñarle a Valentina el valor de la calma y la amistad. Un día, la señorita Ana les propuso a los alumnos un proyecto especial: cada uno debía cuidar una planta y verla crecer. Valentina, inicialmente renuente, eligió una planta y la llevó a casa.

Don Emilio, al verla, empezó a gritar diciendo que una planta no cambiaría nada y que era una tontería. Valentina, sin embargo, decidió con determinación cuidar de su planta, regándola y protegiéndola con esmero.

Con el tiempo, la planta comenzó a crecer y florecer, y Valentina se dio cuenta de que su paciencia y constancia habían dado frutos. Emocionada, llevó la planta a la escuela y la mostró a la señorita Ana y al señor Juan.

Ellos elogiaron su esfuerzo y le explicaron que, al igual que la planta, las personas también pueden crecer y cambiar si se les brinda el cuidado adecuado.

Valentina comprendió entonces que no siempre era necesario pelear para lograr las cosas, y decidió aplicar la misma paciencia y dedicación en sus relaciones con los demás. Con el tiempo, se convirtió en una amiga confiable y en una alumna ejemplar.

Su padre, al ver el cambio en su hija, también comenzó a reflexionar sobre su actitud agresiva. La historia de Valentina y su planta se convirtió en un ejemplo en la escuela, inspirando a otros a buscar la calma y la resolución pacífica de conflictos.

FIN.

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