La lección de la gata blanca
María siempre había escuchado historias de terror sobre la malvada gata blanca que aparecía en Halloween. Según decían, caminaba en dos patas, cubría su rostro negro con una capucha blanca y volaba por los cielos en busca de niños groseros.
Sin embargo, para María, eso no era más que una leyenda urbana. Un día, mientras paseaba por el parque, escuchó a unos niños burlándose de un pájaro herido.
Ella se acercó y les pidió amablemente que dejaran de molestar al indefenso animal. Los niños la ignoraron y continuaron con sus maldades. De repente, una extraña sombra blanca apareció sobre ellos. Era la gata fantasma.
María, asustada, se escondió detrás de un árbol y observó cómo la gata blanca se llevaba a los niños. En medio de la oscuridad, ella pudo escuchar las risas malvadas de los pequeños desapareciendo en la distancia. María se quedó petrificada. Pero, en lugar de huir, decidió investigar.
Al día siguiente, visitó la biblioteca y se sumergió en la lectura de gruesos libros de cuentos y fábulas. Descubrió que la gata blanca no siempre fue un ser siniestro. Una vez fue una gata común que amaba a los niños y solía jugar con ellos.
Sin embargo, un terrible hechizo la transformó en lo que es ahora. María comprendió que el corazón de la gata no siempre había sido así. Con valentía, María comenzó a elaborar un plan.
Junto con la ayuda de sus amigos del vecindario, crearon un artilugio mágico para revertir el hechizo que había transformado a la gata. Con ingenio y determinación, lograron atraer a la gata blanca hacia una trampa donde pudieron activar el artilugio.
En un resplandor de luz, la gata blanca recuperó su forma original. Agradecida, la gata les contó que el hechizo había sido obra de un malvado mago que vivía en las afueras del pueblo.
María y sus amigos decidieron unir fuerzas para detener al malvado mago y liberar a las criaturas atrapadas en sus hechizos. Desde ese día, María entendió que no se trataba solo de ser amable con los demás, sino también de ayudar a aquellos que lo necesitaban, incluso si parecían monstruos a simple vista.
FIN.