La lección de la honestidad


Había una vez un niño llamado Juanito que no se llevaba muy bien con el colegio. Le costaba prestar atención en clase, se aburría fácilmente y siempre terminaba metiéndose en problemas.

Un día, la maestra les anunció a todos que tendrían un examen sorpresa de matemáticas al día siguiente. Juanito sintió un escalofrío recorrer su cuerpo.

¡Odiaba los exámenes! Esa noche, mientras intentaba estudiar, pensó en una idea para evitar tener que rendir esa prueba: copiar las respuestas del compañero de adelante. Al día siguiente, durante el examen, Juanito comenzó a mirar disimuladamente las respuestas del chico de enfrente.

Pero justo cuando iba a copiar la primera respuesta, escuchó una voz susurrándole al oído:"Juanito, ¿qué estás haciendo?"El niño se sobresaltó y miró a su alrededor tratando de encontrar de dónde provenía esa voz misteriosa. Nadie más parecía escucharla. "Soy tu conciencia", continuó la voz. "No puedes copiar, eso está mal".

Juanito se sintió confundido y asustado. ¿Cómo podía ser que su propia conciencia le estuviera hablando? Decidió hacer caso omiso a la voz y siguió intentando copiar las respuestas.

Pero cada vez que lo intentaba, algo extraño sucedía: el papel donde estaba apuntando las respuestas se incendiaba misteriosamente antes de poder escribir nada. Juanito empezaba a sentirse realmente angustiado. Finalmente, resignado y arrepentido por haber intentado hacer trampa, decidió rendir el examen por sí mismo.

Para su sorpresa, descubrió que recordaba muchas más cosas de las que pensaba y logró resolver todas las preguntas sin necesidad de copiar. Al finalizar la prueba, la maestra recogió los exámenes y prometió devolverlos corregidos al día siguiente.

Esa noche fue interminable para Juanito; no podía dejar de pensar en cómo le iría en el examen. Al día siguiente, la maestra anunció los resultados frente a toda la clase.

Cuando llegó el turno de Juanito, ella sonrió y dijo:"¡Felicidades Juanito! Sacaste un diez en el examen. "El niño no podía creerlo. Había logrado obtener la mejor calificación sin necesidad de copiar ni hacer trampas.

Se sintió orgulloso de sí mismo y comprendió que siempre era mejor esforzarse y ser honesto en lugar de buscar atajos fáciles como copiar. Desde ese día en adelante, Juanito cambió su actitud hacia el colegio.

Comenzó a prestar más atención en clase, a estudiar con dedicación y a valorar los esfuerzos propios por encima de todo.

Y así, gracias a esta experiencia inolvidable en medio del suspenso del infierno del posible castigo por querer copiar en un examen escolar inesperado; Juanito aprendió una valiosa lección que lo acompañaría para siempre: la importancia de ser honesto consigo mismo y con los demás.

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