La lección de la liebre y la tortuga
Había una vez en el bosque, una liebre muy rápida y orgullosa llamada Lucas. Lucas siempre se jactaba de ser el animal más veloz del lugar y no perdía oportunidad para burlarse de los demás animales por su lentitud.
Un día, mientras caminaba por el sendero del bosque, se encontró con una tortuga llamada Tomás. Tomás era tranquilo y amable, pero también muy lento.
Al verlo, Lucas no pudo evitar reírse y comenzar a hacer comentarios hirientes sobre la lentitud de Tomás. "¡Jajaja! Mira qué lento eres, Tomás. ¿Cómo puedes vivir así?", se burló Lucas. Tomás, con mucha calma, respondió: "Cada uno tiene su propio ritmo, Lucas.
No es necesario ser rápido para ser feliz". Lucas no entendía cómo alguien podía estar contento siendo tan lento y decidió retar a Tomás a una carrera para demostrarle que la velocidad era lo más importante.
Ambos acordaron un punto de partida y un punto de llegada cerca del río que atravesaba el bosque. La noticia rápidamente se corrió entre los demás animales del bosque y todos estaban emocionados por presenciar la carrera entre la veloz liebre y la lenta tortuga.
El día de la carrera llegó y todos los animales se reunieron alrededor del punto de partida. El conejo Pablo fue elegido como árbitro y dio las instrucciones:"En sus marcas... listos...
¡fuera!"Lucas salió disparado como un rayo mientras que Tomás avanzaba tranquilamente paso a paso sin perder la calma. Los animales se sorprendieron al ver que, a pesar de su lentitud, Tomás avanzaba con constancia y determinación.
Mientras tanto, Lucas estaba tan seguro de su victoria que decidió descansar bajo un árbol para esperar a Tomás y burlarse aún más de él cuando llegara. Pasaron los minutos y Tomás se acercaba cada vez más al punto de llegada. Los animales lo alentaban y aplaudían por su esfuerzo.
Finalmente, Tomás cruzó la línea de meta mientras Lucas seguía durmiendo plácidamente debajo del árbol. "¡Lo lograste, Tomás! ¡Eres increíble!", exclamaron los animales emocionados.
Despertado por el ruido, Lucas abrió los ojos y vio a todos celebrando la victoria de Tomás. Se sintió avergonzado y arrepentido por haberse burlado sin razón alguna. Lucas se acercó a Tomás con humildad y le pidió disculpas:"Perdona mi actitud arrogante, Tomás. He aprendido una valiosa lección hoy.
La velocidad no lo es todo en la vida". Tomás sonrió amablemente y aceptó las disculpas de Lucas:"Todos tenemos nuestras fortalezas y debilidades, Lucas. Lo importante es respetarnos mutuamente".
Desde ese día, Lucas dejó atrás su orgullo y comenzó a valorar las cualidades únicas de cada animal en el bosque. Aprendió que ser rápido no siempre significa ser el mejor ni el más feliz.
Y así fue como una liebre rápida pero arrogante aprendió a apreciar la lentitud y la constancia de una tortuga amable y sabia. Juntos, Lucas y Tomás enseñaron a todos los animales del bosque que lo importante no es competir, sino aprender a respetar y valorar las diferencias de cada uno.
FIN.