La lección de la maldición del 31 de octubre
En un pequeño pueblo llamado Villa Esperanza vivía una niña llamada María. María era una niña curiosa y alegre, a quien le encantaba explorar el mundo que la rodeaba.
Un día, María quiso salir a explorar el bosque cercano a su casa, así que fue a pedirle permiso a su mamá. - Mamá, ¿puedo salir a jugar un rato al bosque? - preguntó María con entusiasmo.
Pero su mamá, preocupada por su seguridad, le dijo que no, que era muy peligroso ir al bosque sola. María se sintió muy triste, pero decidió desobedecer a su mamá y salir igual.
Mientras exploraba el bosque, María se encontró con una anciana misteriosa que le advirtió sobre la maldición del 31 de octubre, una antigua leyenda que decía que aquellos que desobedecían a sus padres recibirían una maldición.
María no creyó en la maldición, pero al regresar a su casa, su mamá, furiosa por su desobediencia, le pegó la maldición del 31 de octubre. A partir de ese momento, extrañas cosas comenzaron a sucederle a María. Su comida desaparecía misteriosamente, sus juguetes se rompían sin razón aparente y las luces de su habitación parpadeaban por las noches. María, asustada, decidió buscar ayuda.
Buscó a la anciana del bosque, quien le dijo que la única forma de romper la maldición era demostrando a su mamá que era una niña responsable y que merecía su confianza.
María se propuso demostrarle a su mamá que podía ser responsable, ayudándola en las tareas del hogar, cumpliendo con sus deberes escolares y mostrando su cariño y respeto hacia ella. Con el tiempo, su mamá empezó a notar el cambio en María.
La niña se convirtió en una gran ayuda para su mamá, siempre dispuesta a colaborar y demostrando su madurez. Poco a poco, las cosas extrañas dejaron de suceder y la maldición del 31 de octubre desapareció.
María aprendió una gran lección: la importancia de respetar y obedecer a sus padres, demostrar su responsabilidad y ganarse su confianza. A partir de ese momento, su relación con su mamá se fortaleció y juntas aprendieron que el respeto y la confianza mutua son fundamentales en una familia.
FIN.