La lección de la pava



Había una vez en un pequeño pueblo de Argentina, dos amigos llamados Pedro y Antonio. Eran inseparables y siempre estaban buscando nuevas aventuras para divertirse juntos.

Un día, mientras paseaban por el mercado del pueblo, se encontraron con una feria llena de música y risas. En la plaza central, había una orquesta tocando alegres canciones que hacían bailar a todo el mundo. Fue entonces cuando a Pedro se le ocurrió una idea muy loca.

"¡Antonio, tengo una apuesta para ti!", exclamó Pedro emocionado. "¿Qué te parece si intentamos hacer bailar a una pava?"Antonio frunció el ceño y miró a su amigo con incredulidad. "Pedro, ¿estás seguro? Las pavas no saben bailar".

Pero Pedro era terco y estaba decidido a demostrar lo contrario. Entonces ideó un plan: colocaría unas cáscaras de nueces en las patitas de la pava, como si fueran tacones improvisados.

Luego meterían al ave en el horno aún caliente para que saltara debido al calor. Aunque Antonio tenía sus dudas sobre esta idea descabellada, decidió acompañar a su amigo en esta aventura tan peculiar.

Así que los dos amigos fueron al granero donde vivía la pava más graciosa del pueblo llamada Carmela. Era conocida por ser traviesa y siempre estar metiéndose en problemas.

Con mucho cuidado, Pedro colocó las cáscaras de nueces como tacones improvisados en las patitas de Carmela mientras ella miraba curiosamente sin entender qué estaba pasando. Una vez preparada la pava —"bailarina" , Pedro abrió la puerta del horno y metió a Carmela dentro. Inmediatamente, el calor del horno hizo que la pava comenzara a saltar enérgicamente.

"¡Mira, Antonio! ¡Carmela está bailando!", exclamó Pedro emocionado. Antonio se sorprendió al ver cómo la pava parecía estar disfrutando de aquel extraño baile. La música de la orquesta se mezclaba con los saltos rítmicos de Carmela, creando un espectáculo realmente único.

Pero justo cuando todo parecía ir bien, ocurrió algo inesperado. El calor del horno comenzó a hacerle daño a Carmela y ella empezó a sentirse incómoda. Sus saltitos ya no eran tan graciosos como antes.

Preocupados por el bienestar de su amiga plumífera, Pedro y Antonio apagaron rápidamente el horno y sacaron a Carmela con mucho cuidado. La llevaron afuera para que pudiera refrescarse bajo la sombra de un árbol cercano. Allí, los dos amigos reflexionaron sobre lo que habían hecho.

Se dieron cuenta de que habían sido egoístas al intentar hacer bailar a una pava solo para divertirse ellos mismos sin pensar en las consecuencias.

Pedro acarició suavemente el plumaje de Carmela mientras le decía: "Perdón por hacerte pasar por esto, amiga. Aprendimos una importante lección hoy: nunca debemos poner nuestro propio entretenimiento antes del bienestar de los demás". Desde ese día, Pedro y Antonio prometieron tratar siempre a los animales con respeto y cuidado.

Aprendieron que la diversión no debe venir a costa del sufrimiento de otros seres vivos. Con el tiempo, Carmela se recuperó por completo y volvió a ser la pava traviesa y juguetona que todos conocían.

Y aunque nunca más intentaron hacerla bailar, los amigos siempre recordaron aquella experiencia como una lección valiosa sobre empatía y responsabilidad. Y así, Pedro y Antonio continuaron disfrutando de nuevas aventuras juntos, pero esta vez con un mayor respeto hacia todos los seres vivos que los rodeaban.

FIN.

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