La Lección de la Tortuga
Había una vez, en un hermoso prado lleno de flores, una mamá conejo llamada Lila y su pequeña conejita llamada Mía. Lila era muy cariñosa y siempre enseñaba a Mía sobre la importancia de ser honesta y respetar a los demás.
Un día, mientras exploraban el prado, conocieron a una tortuga viejita llamada Doña Tula. Era muy sabio y disfrutaba contar historias de sus aventuras pasadas. Mía, emocionada por escuchar las historias de Doña Tula, se acercó y le dijo:
"¡Hola, Doña Tula! ¿Nos puedes contar una de tus historias?"
"¡Claro, pequeña! Ven, siéntate aquí, junto a mí," respondió la tortuga, sonriendo.
Mientras Doña Tula relataba una emocionante historia sobre un viaje que hizo por el lago, Mía notó que había una pequeña moneda brillando al lado de la tortuga. Sin pensarlo dos veces, se le ocurrió una travesura. Mientras su mamá estaba distraída, Mía tomó la moneda sin que nadie lo viera.
Después de un rato, Lila se dio cuenta de que Mía estaba inquieta y le preguntó:
"¿Qué te pasa, Mía? Pareces preocupada."
"Ay, mamá, no es nada. Solo quiero jugar un rato más," mintió Mía, sintiendo que la moneda en su bolsillo la pesaba un poco más cada vez.
La tarde avanzó, y mientras regresaban a casa, Mía no podía dejar de pensar en la moneda. A medida que avanzaban, su corazón se sentía pesado, como si un gran peso estuviera sobre él.
Esa noche, mientras su mamá la preparaba para dormir, Mía se sintió culpable.
"Mamá, tengo algo que confesarte..." dijo, bajando la mirada.
"¿Qué sucede, Mía?" preguntó Lila, preocupada.
"Hoy tomé una moneda de Doña Tula. La vi en el suelo y... no se la devolví."
Lila se sentó al lado de Mía y le dijo:
"Querida, tomar algo que no es tuyo nunca es una buena idea. Siempre es mejor ser honesta y hacer lo correcto. ¿Qué crees que debes hacer?"
"Devolverla, mamá. Pero tengo miedo de que Doña Tula se enojé."
"Es natural sentir miedo, pero enfrentarlo y hacer lo correcto es lo que te hará sentir mejor. Vamos a buscarla mañana y devolverle la moneda."
Al día siguiente, Mía y Lila fueron a casa de Doña Tula. Cuando llegaron, la tortuga estaba disfrutando del sol. Mía se acercó tímidamente y dijo:
"Doña Tula, tengo algo que devolverte."
"¿Ah, sí? ¿Qué es, pequeña?" preguntó la tortuga, mirándola con curiosidad.
"Hoy tomé una moneda que encontré a tu lado y... me siento muy mal por ello. Aquí está," dijo Mía, extendiendo su patita con la moneda.
Doña Tula la miró con ternura y le respondió:
"Lo que hiciste fue muy valiente, Mía. Agradezco que hayas tenido el valor de devolvérmela. Eso muestra un gran corazón."
"¿No te enojás?" preguntó Mía, asombrada.
"No. Todos cometemos errores, lo importante es aprender de ellos y ser sinceros."
Mía sonrió, sintiéndose aliviada.
"Gracias, Doña Tula. Prometo no volver a hacer algo así."
"Y yo prometo seguir contándote mis historias, porque cada vez que aprendes, se suma una parte nueva a nuestras aventuras," añadió Doña Tula, guiñando un ojo.
Desde aquel día, Mía se convirtió en una conejita muy honesta y generosa. Y entre risas y relatos, Juntos pasaron muchos momentos felices.
La lección de Doña Tula quedó grabada en su corazón: ser honesta y hacer lo correcto siempre traen consigo recompensas inesperadas. Y todos vivieron contentos en el mágico prado, construyendo recuerdos juntos, llenos de alegría y amistad.
FIN.