La lección de la Virgen de Shullurumi
En lo alto de la montaña de Shullurumi, en un pequeño pueblo, se encontraba una mina donde los mineros pasaban días enteros buscando tesoros escondidos en su interior. Un día, los mineros descubrieron algo extraordinario: ¡un toro de oro! Emocionados por su hallazgo, comenzaron a extraerlo rápidamente, sin importarles el peligro que esto representaba. En lo más profundo de la mina, resonó una voz amable pero firme. Era la Virgen de Shullurumi, la protectora del pueblo, advirtiéndoles que abandonaran lo que estaban haciendo, pero los mineros, cegados por la codicia, la ignoraron y continuaron su tarea. La voz de la virgen se volvió más fuerte y suave a la vez, intentando detenerlos. Pero los mineros, en su afán de riqueza, la menospreciaron e incluso la insultaron.
De repente, la tierra tembló y una gran piedra se desprendió de la montaña, rodando velozmente hasta la entrada de la mina, bloqueándola por completo. Los mineros, asustados y atrapados en la oscuridad, se dieron cuenta de su error. Llenos de miedo y arrepentimiento, suplicaron a la virgen que los perdonara y les ayudara. La voz de la virgen resonó nuevamente, esta vez llena de compasión, y les dijo que para ser liberados debían aprender una lección: la avaricia y la falta de respeto nunca conducen a la verdadera riqueza.
Los mineros reflexionaron sobre las palabras de la virgen y, tras un tiempo, se comprometieron a cambiar. Aprendieron a valorar lo que tenían, a respetar la naturaleza y a trabajar con honestidad y gratitud. La piedra que bloqueaba la entrada de la mina se convirtió en un recordatorio constante de su promesa de cambio. Con el tiempo, la comunidad prosperó de una manera que nunca antes habían experimentado, no solo en riquezas materiales, sino en alegría, armonía y amor.
La lección de la Virgen de Shullurumi perduró en la memoria de los habitantes, recordándoles que el verdadero tesoro no se encuentra en la codicia, sino en el corazón. Y así, cada vez que miraban la gran piedra que tapaba la entrada de la mina, recordaban el poder transformador del respeto, la humildad y la compasión.
FIN.