La Lección de Literatura de Diego
Había una vez en un pequeño barrio de Buenos Aires un nene llamado Diego. Era muy inteligente, pero tenía una gran terquedad que lo llevaba a no escuchar los consejos de su hermana mayor, Sofía. Ella siempre le decía que debía hacer sus tareas con anticipación, pero Diego prefería dejar todo para último momento.
Un día, el profesor de literatura anunció un concurso de cuentos que se celebraría en una semana. Era el momento perfecto para que los chicos pusieran en práctica su creatividad y habilidades de escritura. Diego se emocionó y decidió participar sin pensarlo dos veces.
"Este cuento va a ser el mejor de todos, no necesito ayuda", se jactó Diego.
Sofía, que ya había pasado por varias tareas de literatura, lo advirtió.
"Diego, tené cuidado, porque si no empezás a escribir a tiempo, podés quedarte sin historias que contar".
"No te preocupes, Sofía. ¡Yo puedo hacerlo todo en un día!".
La semana pasó volando, y Diego se dedicó a jugar y no prestó atención a su tarea. Mientras tanto, Sofía, preocupada, comenzaba a anotar ideas para su propio cuento.
Cuando finalmente llegó el día antes del concurso, Diego se dio cuenta de que no había escrito ni una sola palabra. ¡El pánico lo invadió!"¡Ay no! ¿Qué voy a hacer ahora?".
Sofía lo vio agitado y le ofreció su ayuda.
"¿Querés que escribamos juntos? Tal vez podamos hacer algo genial en poco tiempo".
Pero Diego, terco como siempre, rechazó la oferta.
"No, yo puedo hacerlo solo. ¡Voy a escribir un cuento increíble!".
Decidido a probar su habilidad, corrió a su escritorio, pero a medida que intentaba escribir, las ideas no fluían. Se frustraba más y más mientras la hora de la entrega se acercaba.
Al día siguiente, sintiéndose abrumado, se presentó en la escuela. El profesor, con una sonrisa, invitó a todos a compartir sus cuentos.
Diego, con mucha inseguridad, leyó lo que había escrito. Era un cuento incompleto y desorganizado que no lograba captar la atención de sus compañeros.
Al finalizar su lectura, el profesor miró a Diego y le dijo:
"Diego, veo que te has esforzado, pero a veces es mejor pedir ayuda en lugar de esperar hasta el último momento. La escritura requiere tiempo y dedicación".
Los compañeros de Diego, incluyendo a Sofía, aplaudieron valientemente, pero él se sintió mal porque sabía que había desaprovechado la oportunidad. Sofía se acercó y le dio un abrazo.
"Lo que importa es que aprendiste una lección hoy. La próxima vez, empecemos a trabajar juntos desde el principio".
Diego reflexionó sobre lo sucedido. Comprendió que su terquedad no lo había dejado ver el valor del trabajo en equipo y de la planificación.
A partir de ese día, decidió cambiar. Comenzó a escuchar más a su hermana y a planificar sus tareas con tiempo.
El siguiente concurso de cuentos llegó, y esta vez, Diego comenzó a escribir con anticipación. Junto a Sofía, crearon una historia llena de aventuras y personajes mágicos. Esa vez, no solo presentó su cuento, sino que también ganó el primer premio.
"¡Lo hicimos, Sofía!", exclamó Diego con una enorme sonrisa.
"Sí, lo hicimos juntos. A veces, un poco de ayuda puede llevarnos mucho más lejos".
Ahora, Diego entendía que la terquedad no era un buen amigo y que escuchar a los demás podía abrirle un mundo nuevo de posibilidades en sus aventuras literarias.
FIN.